martes, 17 de julio de 2012

ESTO SI QUE ES NEGOCIAR


ESTO SÍ QUE ES NEGOCIAR

COMEDIA FAMOSA POR EL MAESTRO
TIRSO DE MOLINA

ÍNDICE
Jornada primera ................................................................
Jornada segunda ...............................................................
Jornada tercera .................................................................

Hablan en ella las personas siguientes:
ROGERIO
PINARDO
ENRIQUE, marqués
UN CRIADO
CLEMENCIA, dama
FIRELA, pastora
LEONISA, serrana
DOS CRIADOS
EL DUQUE DE BRETAÑA
CARLÍN, pastor
FILIPO
MARGARITA, duquesa
UN PAJE

JORNADA PRIMERA

Salen Leonisa, serrana, y Rogerio, estudiante galán, de camino.

ROGERIO Sin quitarme las espuelas,
mi bien, en tu busca vengo.
¿Cómo estás? Mas ¿qué pregunto?
¿Cómo estará el campo ameno
cuando es su huésped el mayo,
el sol del eclipse lejos,
la luna en su exaltación,
sin nubes ni aires el cielo?
Abril de hermosuras te hallo,
sol hermoso a verte vuelvo,
luna ¡ay Dios! no seas menguante,
cielo de milagros lleno.
Infinidad de hermosura
te dejé, y a verte vuelvo
más hermosa. ¡A lo infinito
añades, mi bien! ¿Qué es esto?
Poco mi ausencia has sentido.
Mira el rigor de mis celos,
que deseo hallarte hermosa,
y porque lo estás, lo siento.
¿Haste acordado de mí?
LEONISA Bachiller venís, Rogerio;
si enseña París lisonjas,
de escolar volvéis maestro.
Amábades antes más,
y hablábades antes menos:
¡Huego de Dios en amor
con vezo de lisonjero!
Por acá lo hemos pasado,
las noches hilando al fuego,
los días labrando al sol,
ya en consejas, ya en consejos.
Hámelos dado, y no pocos,
de que iguale pensamientos
a mis posibilidades,
porque es soberbia quereros.
Vos hidalgo, yo villana,
vos hijo de nueso dueño,
yo su vasalla y pechera,
yo simple, vos trapacero,
¡concertadme esas medidas!
Bien sabe Dios lo que he hecho
por rempujaros del alma;
pero vos, quedo que quedo
¡cuántas veces me acosté
con último presupuesto
de amanecer sin cuidados!,
y ruciando el aposento,
con agua bendita, dije:
«Amor engañoso, arredro;
que debéis de ser el malo
en lo sutil y lo inquieto»;
y tornándome a acostar,
hallaba los ojos llenos
del agua, si no bendita,
¡más salada que ella al menos!
¿De qué sirvió el derramarla,
si hallé por el caso mesmo
cada pestaña un guisopo,
cada ojo una pila vuelto?
Despierta, en fin, os echaban
mis propósitos del pecho;
mas por no cerrarle bien,
os entrábades durmiendo.
Yo en echarle, él en volverse,
canseme, en fin, y dejelo;
porque en dando en cabezudo
Amor, saldrase con ello.
Veis aquí en lo que he pasado
todo este prolijo invierno,
que vos allá entre escolares
habéis revuelto cuadernos.
ROGERIO Bien le llamaste prolijo,
pues siendo siglos eternos
sus noches, y yo sin ti
lo que Noruega sin Febo;
todo él ha sido una noche,
y en ella mi amor enfermo
con ansias por este día,
a cuya luz amanezco.
LEONISA ¿Habéis estudiado mucho?
ROGERIO Todo amante verdadero
es, mi Leonisa, estudioso.
Libros son sus pensamientos,
hojas en la multitud,
que repasando desvelos
en letras de sus cuidados,
más estudia y sabe menos.
LEONISA ¡Malos años, y qué bien
lo sabéis decir!
ROGERIO Lo siento
mejor, dirás con verdad.
¿Qué hay en la sierra de nuevo?
LEONISA Parió la del herrador,
y enviudó la del barbero.
ROGERIO Eso poco me hace al caso.
LEONISA Pues ¿qué querés saber?
ROGERIO Quiero,
en fe que te quiero mucho,
saber quién te quiere.
LEONISA ¡Bueno!,
yo os juro a fe serrana,
que hay más de dos en el pueblo,
y más de tres en el valle,
y alrededor más de ciento,
que a mi padre me han pedido;
y él, como está medio ciego,
medio sordo, y enfadoso
no medio si todo entero,
no hace son predicarme
que acabe de darle un yerno,
y escoja entre todos uno,
que al año le dé dos nietos.
ROGERIO No tienes el gusto tú
a serranos toscos hecho;
que esa alma erró el hospedaje
cuando entró a vivir tu cuerpo:
tu elección toda es hidalga.
LEONISA Decís verdad, y aun por eso
hay en la comarca amante
mozo, rico y caballero.
ROGERIO ¿Es Filipo?
LEONISA A la primera
lo acertastes.
ROGERIO ¿Cierto?
LEONISA Cierto;
ya sé que si se llevara
Amor por negociadero,
que lo ha apretado de modo,
que a no tener yo tan tieso,
según los percuradores,
ya amor fuera matrimeño.
Vueso padre me pidió
al mío para él, y el viejo,
como le sirve, no supo
si dar su consentimiento.
Llamome la misma noche,
y con los brazos al cuello,
me dijo: «Leonisa mía,
mucho es lo que a Dios debemos.
De Ingalaterra te truje
a Bretaña, y por sucesos
que por no desconsolarte
te conviene no saberlos,
pastor sin serlo me hice;
que el temor y el escarmiento
allanan dificultades,
y dan oficios diversos.
Quince años ha que he servido
a Pinardo, dueño nueso,
restaurando por leal
descréditos de extranjero;
Filipo ha reconocido
en ti, a pesar de groseros
estorbos, alma curiosa;
y bien nacidos respetos,
para su esposa te pide,
mi señor es su tercero,
la vejez mi muerte anuncia,
y pueden mucho sus ruegos.
No te amilanes por ver
que es un pobre ganadero
tu padre, y tu dote humilde
tres bueyes y cien borregos;
que para el paso en que estoy,
que los blasones soberbios,
no de Filipo, del duque
que en Bretaña tiene el cetro,
si te igualan, no aventajan
al ilustre nacimiento
que trabajos y peligros
en ti disfrazan molestos.
Coge, pues eres discreta,
la ocasión por los cabellos,
y siendo su esposa, estima
en mí el haberte dicho esto».
Respondile yo turbada:
«Padre, dado que agradezco
la confusa información
que en mi abono heis descubierto;
no creáis que lo ignoraba,
que mis nobles pensamientos,
desmintiendo los sayales,
que era noble me dijeron.
De tres años vine aquí;
diez y ocho solos tengo;
no quiero mal a Filipo,
ni bien tampoco le quiero.
Mientras no peinare canas,
y vos vivís, haga el tiempo
de su oficio, y desê ese hidalgo
que si el amor es deseo,
cuanto más presto se alcanza,
se estima después en menos;
que joya que cuesta poco,
diz que se aborrece presto».
Iba el viejo a replicarme;
pero dejele con esto,
y vine a pagar albricias
al alma que llegó a veros;
que ella misma adivinó
que no era posible en medio
de tormenta tan mortal
no aparecerse San Telmo.
ROGERIO ¿Hay discreción más sabrosa?
En esta mano que beso
cifro las ponderaciones
de un firme agradecimiento.
Nunca tuve duda yo
de que eres noble; que el cielo,
aunque disfrazado en nubes,
muestra lo que es al discreto.
¿Qué importa que sierras vivas,
si muestra tu entendimiento,
aunque en sencillas palabras,
la alteza de sus conceptos?
Más rico es que yo Filipo;
mas no, mi bien, en deseos,
que durarán hasta tanto
que seas el gozo dellos.
LEONISA Soy serrana.
ROGERIO El oro lo es,
LEONISA Sois noble.
ROGERIO Porque te quiero.
LEONISA Soy forastera.
ROGERIO Eslo el sol.
LEONISA Soy constante.
ROGERIO Pues por eso.
Sale Pinardo.
PINARDO ¡Rogerio!
ROGERIO ¡Padre y señor!
PINARDO ¿Tú aquí? Pues ¿tan descansado
llegas, que buscas el prado?
¿No fuera en casa mejor?
¡Sin descalzar las espuelas!
¡Sin reparar lo que abrasa
la siesta!
ROGERIO No te hallé en casa;
que siempre el sueño desvelas
por mirar tus granjerías.
En busca tuya salí;
encontré a Leonisa aquí;
díjome que ya venías;
afírmame que se casa,
por orden tuya, muy bien,
y dábale el parabién
mientras tornabas a casa.
PINARDO Si he de creer en señales
que con excusas previenes,
Rogerio, esos parabienes
los juzgas tú paramales.
Filipo nuestro vecino
a Leonisa tiene amor;
hízome su intercesor
y a hablarme para esto vino;
que puesto que es desigual
el casamiento que intenta,
bellezas Leonisa aumenta
que son su dote y caudal;
pues juzga la juventud,
si amor de límites sale,
que a la riqueza equivale
la hermosura y la virtud.
Tú seas muy bien venido;
éntrate, Leonisa, allá.
No salga Filipo acá,
que con ojos de marido
te mira, y son diferentes
que los ojos del galán;
pues cuando ocasiones dan
amorosos accidentes
a un amante desvelado,
puesto que paciencia tenga,
hay quien dice que se venga
después que se ve casado.
LEONISA Hasta agora, señor mío,
¿de qué se puede quejar,
si el sí le tengo de dar,
y ese estriba en mi albedrío?
PINARDO Diole tu padre por ti,
y tú estás sujeta a él.
LEONISA Pues despósese con él
Filipo, y déjeme a mí;
que si me hicieron los cielos
serrana, la seda olvido
y yo no quiero marido
que se entra en casa por celos.
Vase.
PINARDO Rogerio, estímate en más;
Leonisa no te merece;
la hermosura desvanece;
sabio me dicen que estás;
y el sabio en las ocasiones
sabias resistencias cría:
no ostentes filosofía,
si no resistes pasiones.
Ya Leonisa está casada;
¿qué es lo que pretendes della?
ROGERIO Si porque hablaba con ella,
esa sospecha excusada
a reprehenderle te obliga,
culpa, señor, tus engaños,
y Filipo muchos años
la goce, y su amor prosiga;
que yo con otros desvelos...
PINARDO No digas más; esto ha sido
dejarte sólo advertido.
ROGERIO [Aparte]. ¡El primer encuentro es celos!
PINARDO ¿Graduástete en París?
ROGERIO Con aplauso universal;
fue el concurso general,
honrome la flor de lis.
Dicen exageraciones
varias alabanzas mías;
tuve en escuelas tres días
tres diversas conclusiones.
De cánones y de leyes,
señor, las primeras fueron,
y agradables asistieron
a autorizarlas los reyes.
Tuve de filosofía
las segundas: la alabanza
propia poca fama alcanza;
no he de exagerar la mía;
mas dígalo el envidioso;
que dél la quiero fiar:
rótulos haz trasladar,
que en ellos el prodigioso
me llaman, donde ver puedes,
porque más honras me apoyen,
que si las paredes oyen,
ya hablan por mí las paredes.
De toda la teología
las terceras sustenté,
y tan noble este acto fue,
que duró por todo el día.
Salí en hombros de maestros
por las calles laureado,
después que recibí el grado
del decano de los nuestros;
y en fin, llegué a tanta estima,
que los que más me envidiaban,
por claustro después me daban
las tres cátedras de prima.
Enviásteme a llamar
para cosas de importancia,
dejé la corte de Francia,
y al vulgo que murmurar;
y en fin, vengo a tu presencia,
donde podré defender
que el saber obedecer
es la más perfecta ciencia.
PINARDO De más consideración
es el cargo que te espera,
que cuantos darte pudiera
París en tu profesión.
Si el venir juzgas a agravio,
verás en distancia corta
cuánto, Rogerio, te importa
ser en esta ocasión sabio.
No te quiero decir más,
por darte junto el contento.
Sale Carlín.
CARLÍN ¡Verá el acompañamiento
que traen delante y detrás!
PINARDO ¿Qué es eso?
CARLÍN Que se desliza
acá el duco y sus vasallos,
y con mulas y caballos
mos destruyen la nabiza.
Ya se apea en el zaguán
de casa la gente toda,
a fe que viene de boda.
PINARDO Si aquí los duques están,
por ti vienen: ven, y anima
tu valor.
ROGERIO Declara más
tus palabras.
PINARDO Hoy sabrás
el alma de aqueste enima.
CARLÍN ¡Verá que engorgollotada
la hermana duca venía!
Carlancas crô que traía,
según que la vi espetada.
Sale Firela, pastora.
FIRELA ¿Hay más roído y tropel?
¡Malos años para ella,
y cuál viene la doncella
guarnecida de oropel!
¿Acá estabas tú, Carlín?
CARLÍN Acá estó. ¿Viste la dama?
FIRELA Trabajo tendrá quien la ama,
con tanta ropa y botín.
CARLÍN Dad al diabro la mujer,
que gasta galas sin suma;
porque ave de mucha pluma
tiene poco que comer.
FIRELA Ya parece que despuntas.
CARLÍN El que la llegue a abrazar,
por fuerza se ha de picar,
según la guarnecen puntas.
¡Pues el carro en que venía...!
FIRELA Esa se llama carroza.
CARLÍN ¿Nombre le dan de coroza?
Debe ser en profecía;
porque ninguna carreta
destas, aunque tachonada,
escapa de encorozada
por lo que tien de alcagueta.
Mas vo a verlos, a que están
aquí.
FIRELA ¿Para qué?
CARLÍN Dijoren
los que el duco acompañoren,
que ambos son de mazapán.
Vase Carlín y sale Leonisa.
LEONISA ¡Ay Firela! Muerta vengo.
Si supieras las desgracias
que tras el pasado bien
mis tormentas acompañan,
(cuan de ordinario se sigue
tormenta tras la bonanza,
tras la serenidad, nubes,
y tras los contentos, ansias),
¡qué lástima me tuvieras!
No ha un instante que colmaba
el corazón de alegrías,
la voluntad de esperanzas;
ya mi paz se volvió guerra
mi buena suerte trocada,
lutos ya mis regocijos.
¡Ay cielos!
FIRELA Pues bien, ¿qué pasa?
LEONISA ¿Viste venir a Rogerio
añadiendo al mayo galas,
gentilezas a esta sierra
y envidias a su alabanza,
el más sabio de París,
más noble desta comarca,
más bizarro deste reino,
más firme de cuantos aman?
FIRELA Vile, y dile bienvenidas.
Pues, ¿qué hay de nuevo?
LEONISA ¡Ay serrana!
Agravios de mis desdichas,
rigores de sus mudanzas.
FIRELA ¿Mudose?
LEONISA Peor, Firela.
FIRELA ¿Es muerto?
LEONISA Poco le falta,
si se va y no ha de volver,
si, en fin, me olvida y se casa.
FIRELA Vuelve en ti, serrana hermosa.
¿Qué dices? Si no es que agravias
tu cordura, nunca afirmes
cosas en ti tan contrarias.
¡Hoy venido, y hoy ausente
Rogerio! Apenas se aparta
de ti perdido de amores,
¡y ya ajenas prendas toma!
No lo creas.
LEONISA ¡Ojalá
que locuras me engañaran,
a trueque que no salieran
verdaderas mis desgracias!
Estaba contenta yo
de que siendo su vasalla,
de Pinardo sucesor,
aunque noble su prosapia,
imposibles prometía,
y pagándome en palabras,
en sabrosas dilaciones
mis deseos dilataba;
que aunque nunca se cumplieran,
difíciles esperanzas
voluntades entretienen,
y desengaños los matan.
Mi Firela, aquestos lloro:
llegó el duque de Bretaña,
con Clemencia su sobrina
y toda su corte, a casa.
Fueron Pinardo y Rogerio
a darle la bien llegada...
¡Quién pensara tal desdicha!
Siempre es necio el ¿quién pensara?
Apenas llega Rogerio,
cuando amoroso le abraza
y por hijo le confiesa
el duque, bañando canas
tributos del corazón.
Toda la gente se espanta;
Pinardo le llama alteza,
Clemencia esposo le llama.
Húbole, según dijeron,
Carlos duque en una dama
cuya nobleza publica,
puesto que su nombre calla.
Criole (por no dar celos
a Isabela, que Dios haya,
del duque Carlos esposa)
Pinardo en estas montañas;
por padre le respetó;
mas ya que viudo repara
dificultades el duque,
hasta agora receladas,
y la duquesa sin hijos
hospedajes desampara
del cuerpo, que a sus principios
se vuelve, volando el alma;
clausuras rompe el secreto,
y toda lenguas la fama,
hijo natural publica
a Rogerio. ¡Cosa extraña!
Grave admite parabienes,
y como si no ignorara,
desde el día en que nació,
dichas, para mí desgracias,
sin causarle este contento
turbación, muestra en la cara
que al sabio y al generoso
no le alborotan mudanzas.
En fin, le lleva consigo
el duque, y enamorada
Clemencia (si he de creer
celos que todo lo alcanzan)
a un conde llamado Enrique
que con esperanzas falsas
ser su esposo pretendía,
y al viejo duque acompaña,
olvida, desdeña, ofende,
martiriza, yela, abrasa,
niega, desprecia, despide,
injuria, despulsa y mata.
Todo esto he visto en su rostro.
Que las colores desmaya
que bosquejaba el contento
y ya su muerte amenazan.
¿Qué he de hacer Rogerio duque,
viudas ya mis esperanzas,
Clemencia triunfando dellas
yo por pastora olvidada,
él a su padre obediente,
amor con mayores llamas,
quiméricos mis deseos,
él sin amor, yo sin alma?
FIRELA Olvidar, Leonisa hermosa,
y advertir que eres serrana,
y Rogerio nuevo duque;
que diz que amor no tien alas
para alcanzar imposibles,
ni jamás mide distancias,
por más que alegues ejempros
que deste modo se apartan.
Filipo es noble y es rico,
y si Rogerio no iguala,
pues por esposa te pide,
no es la contrayerba mala.
Ama a quien te quiere bien:
olvida, pues eres sabia;
desprecia a quien no te quiere,
y un clavo con otro saca.
LEONISA ¡Qué bien receta remedios
la voluntad que está sana,
Firela, a la que está enferma!
Fácil olvidar me mandas;
pero ¿dónde está ese olvido?
Quítale al mar toda el agua,
y pasarasle a pie enjuto:
los celos diz que se llaman
provisión de la memoria;
celosa y enamorada,
¿cómo quieres tú que olvide?
FIRELA Acá se acerca la dama
con un hombre.
LEONISA Ese es Enrique.
FIRELA Pues, Leonisa, o vete, o calla.
LEONISA ¿Cómo podré?
FIRELA ¿Qué sé yo?
LEONISA Pues voime,
a ver lo que pasa
allá; que no quiero ser
testigo aquí de mis ansias.
Vase y sale Enrique y Clemencia.
ENRIQUE Entre tanto que recibe
Rogerio los parabienes
de lisonjeros, y vive
una esperanza que tienes
casi muerta en mí, apercibe,
Clemencia, obsequias funestas
de mi suerte triste fruto,
si ya no te son molestas;
que sí serán, pues mi luto
no viene bien con tus fiestas.
¡Ay prima!, (que no me atrevo
a darte nombre de dama,
mientras a los rayos pruebo
de mi amor que es todo llama
tu fe), el regocijo nuevo
conozco con que ya estimas
al pupilo de Pinardo,
a quien con tu amor animas,
y del gran duque bastardo
en tus ojos legitimas.
Casarle el duque pretende
contigo; y sin resistencia
el valor, que en ti se ofende,
atribuirás a obediencia
la inclinación que te enciende.
Darasle el sí con la mano,
porque el alma te dedique
hoy un duque, ayer villano;
ya habrás olvidado a Enrique;
ya le juzgarás tirano
de tus gustos; ya en tus ojos
rigores deletrearé,
si antes risueños despojos;
ya quien blanco de amor fue,
lo será de tus enojos.
Muere mi amor donde nace
el de Rogerio, Clemencia;
es duque, y te satisface,
y darasme por sentencia
que todo lo nuevo aplace.
CLEMENCIA Enrique, ¿qué has visto en mí
para culparme indiscreto?
ENRIQUE Almas en tus ojos vi
transformadas en objeto
villano.
CLEMENCIA Si hablas ansí,
desacreditas cuidados
en ti siempre comedidos,
y agora demasïados.
ENRIQUE Nunca entre los ofendidos
son los celos bien criados.
Pero pues vuelves por él,
¿qué más certidumbre buscan
mis penas, prima cruel?
CLEMENCIA Las quimeras que te ofuscan,
como vienen de tropel,
no te dejan discurrir:
sosiégalas poco a poco;
que si es de cuerdos sufrir,
todo arrojamiento es loco,
y no digno de sufrir.
¿Qué favores hasta agora
a Rogerio ves que he dado,
que así mi fe se desdora?
El duque le ha confesado
por su heredero, y le adora:
lleguele el pláceme a dar
por hijo suyo y mi primo,
sabio y digno de admirar;
porque yo no desestimo
quien de mí se quiere honrar.
Ofreciole que sería
mi esposo el duque; es ansí.
¿Dije yo que lo admitía?
¿Dile agradecida el sí?
¿Mostré en oírlo alegría?
¿Con qué livianos favores
le honré, que tanto te espantas,
y me atribuyes rigores?
¿Ves, primo, cómo adelantas
antes de tiempo temores?
ENRIQUE ¿Luego no le quieres bien?
CLEMENCIA Quiérole como a mi primo.
ENRIQUE Y como a amante también.
CLEMENCIA Estímame, pues te estimo;
que no todo lo que ven
ojos nobles lo apetecen.
LEONISA (¡Ay si esto fuese verdad!).
ENRIQUE Sospechas me desvanecen;
pero si en esa beldad
mis dichas se fortalecen,
a tu ilustre resistencia
trofeos labre mi amor.
Mas él vuelve a tu presencia.
¡Ay! Si te hallase rigor,
fueras para mí Clemencia.
Sale Rogerio.
ROGERIO Hame mi padre mandado,
bella señora, que asista
de ordinario a vuestra vista,
porque conoce el cuidado
que me causa estar ausente,
y darle gusto deseo,
por lo mucho que granjeo,
siéndole en esto obediente.
CLEMENCIA Débole yo, gran señor,
tanto al duque, que procura
aumentos de mi ventura
con vuestro...
[Aparte]. Dijera amor,
a no estar Enrique aquí.
¡Qué apacible gallardía!
ROGERIO Cuando de la suerte mía,
que quiere mostrar en mí
el poder con que me ampara,
otra dicha no tuviera;
cuando ilustre no naciera,
y a Bretaña no heredara;
indicios he visto claros
de lo mucho que le debo,
pues por su causa me atrevo...
iba a decir, a adoraros;
pero juzgareisme loco,
si sois también de opinión
que la amorosa pasión
se introduce poco a poco.
LEONISA [Aparte]. ¡Ay alma! ¿No escucháis esto?
Murió mi esperanza aquí.
¡Que me haya olvidado ansí!
¿Qué se enamoró tan presto?
¡Amada y aborrecida
en un instante! ¿En un punto
mi amor nacido y difunto?
¿Él ingrato y yo sin vida?
Troqué dichas por enojos:
toda soy penas.
ENRIQUE [Aparte]. Por Dios,
que en mirándose los dos,
se despulsan por los ojos.
CLEMENCIA Mandome el duque mi tío
deciros cierta advertencia.
conde, con vuestra licencia.
ENRIQUE (Alto, desengaño mío,
apercibid sepultura
a mi esperanza, que ya
indicios de muerte da).
Apártase.
ROGERIO [Aparte]. Aunque divertir procura
la memoria mi cuidado
de Leonisa, a la presencia
bellísima de Clemencia,
bien podré mudar de estado;
mas de amor es imposible.
CLEMENCIA Mandome el duque, en efeto,
deciros que en el objeto
de vuestro talle apacible...
no me ha dicho el duque nada;
que si secretos fingí,
fue para apartar de aquí
quien os conjure y me enfada.
ROGERIO Si es amor entre los dos
antigua correspondencia...
CLEMENCIA Fuelo; mas no hay competencia,
duque gallardo, con vos:
los suyos fueron ensayos
deste amor ya verdadero.
LEONISA (Yo me abraso, yo me muero).
ENRIQUE (¡Oh celos, de amor desmayos,
de mi muerte esploradores!).
ROGERIO No ha mucho que fui villano;
si me atreviese a esta mano [Tómale la mano]
aumento de mis favores,
ya veis que me da licencia
nuestro proverbio vulgar.
Sale Leonisa, y apártales las manos, metiéndose en medio como
quien busca en el suelo algo.
LEONISA (¿Que se la dejó besar?
Seso, adiós; adiós, paciencia).
Con su licencia, señora;
que se me perdió un zarcillo,
dádiva de mi carillo,
y le ando buscando agora.
CLEMENCIA ¿Qué es esto? Apártate allá,
grosera.
LEONISA ¡Válgame Dios!
¿Tan delgados son los dos?
ROGERIO (¡Ay mi bien!).
LEONISA Hágase acá;
que hancia aquí se me cayó.
ENRIQUE (¡Oh serrana, más discreta
que yo!).
LEONISA Cuando aquí me meta,
¿no estoy en mi casa yo?
Cada cual mande en la suya.
ROGERIO (¡Ay Leonisa de mis ojos!
Autor soy de tus enojos;
no ha mucho que prenda tuya
me llamabas: soy ya duque;
por fuerza te he de olvidar).
LEONISA ¿Qué piensa? Hele de buscar,
aunque la casa trabuque.
CLEMENCIA Rústica, ¿sabes quién soy?
LEONISA Una mujer, cuando mucho,
con gorguera y cocurucho.
Veré agora...
ENRIQUE (Muerto estoy;
celos me abrasan el pecho).
Apártanse los dos.
ROGERIO Apartaos, señora, aquí.
LEONISA (Busco un alma que perdí,
y que es en vano sospecho).
ROGERIO Sois perfección de los cielos,
sois cifra de su esplendor.
LEONISA (Buscan mis penas amor,
y todo cuanto hallo es celos).
CLEMENCIA Creed, Rogerio gallardo,
que en un hora habéis podido
engendrar amor y olvido...
ENRIQUE (Desdichas, ¿qué más aguardo?).
CLEMENCIA Olvido de cierto amante
que es vuestro competidor,
y en la privanza de amor
estuvo muy adelante;
y amor, por lo que os estimo
después que gustos mejoro;
que sobre el amor que es oro,
es esmalte el ser mi primo.
ROGERIO Dadme a besar esa mano,
que tanto favor me da.
LEONISA ¿Otra vez? Hágase allá.
Vuelve a quitársela.
CLEMENCIA ¿Hay proceder más villano?
¡Bárbara!
LEONISA ¿Bárbara yo?
No soy, aunque caritiesa,
ni Bárbara ni Teresa:
sí Leonisa.
CLEMENCIA Aparta.
LEONISA ¿Yo?
Apártese ella; que aquí
nenguno puede mandar,
si yo, y tengo de buscar
diez años lo que perdí.
CLEMENCIA ¡Vive el cielo, malcriada...!
LEONISA ¿Malcriada? Por su vida,
más gorda soy y cumprida
que ella. ¡Verá la empringada!
ROGERIO No hagáis caso, dueño mío,
de simplezas de la sierra:
dejalda, que en fin, si yerra,
es simple su desvarío.
Apártanse los dos.
LEONISA Y aun por ser simpre y sencillo,
sois vos, Rogerio, doblado.
ROGERIO Volviendo a nuestro cuidado...
LEONISA Volviendo yo a mi zarcillo...
ROGERIO Para alentar más mi amor,
quiere mi suerte que elija
glorias en esta sortija.
Quítala una sortija a Clemencia.
LEONISA (¿Sortija tomó el traidor?).
Apártense, que hancia aquí.
debe de estar.
CLEMENCIA ¡Qué molesta
villana!
LEONISA ¡Ingrato, para esta!
Verá como le cogí. [Quítale la sortija a Rogerio].
No le buscaba yo en vano.
Este es mi arillo perdido;
los dos me le habían cogido.
CLEMENCIA Suelta.
LEONISA Echad acá la mano;
que no ha de estarsi en la oreja.
¡Verá la dama ladrona!
CLEMENCIA ¡Hola! ¿No hay aquí persona?
ROGERIO Leonisa, basta la queja:
mirad que estáis ya pesada.
LEONISA Sí haré, porque fui ligera.
(¡Pegaos a la caballera,
y no paguéis la posada
de quien os tuvo en su pecho!
¡Ah mudable, ingrato, infiel,
traidor, liviano, cruel!
¿Paréceos que esto es bien hecho?
¡Bien pagáis mi amor sencillo!
¡Mucho hay en vos que fiar!).
Sale un criado.
CRIADO El duque os envía a llamar.
LEONISA Llevareme yo el anillo,
que fue mi arracada d’antes.

JORNADA SEGUNDA

Salen el duque, Rogerio y otros.

DUQUE Ya que estás legitimado,
y te llama sucesor
Bretaña de aqueste Estado;
para que puedas mejor
dar treguas a mi cuidado,
quiero, Rogerio, que empieces
a tratar de su gobierno:
llevemos su peso a veces
los dos, pues al cano invierno
de mi edad, alivio ofreces.
Comiénzate a ejercitar
en regir y despachar
negocios que la experiencia
reduce después a ciencia;
que, habiéndome de heredar,
bien será que desde luego
diestro en el gobierno estés
que desde agora te entrego,
porque no extrañes después
mudanzas de tu sosiego.
ROGERIO Ese estimaba yo en tanto,
le prometo a vuestra alteza,
que si en el confuso espanto
desta que llaman grandeza,
y a mí me parece encanto,
no me facilita el uso
a que el cielo me dispuso,
teme mi melancolía
echar menos cada día
la quietud que ya rehúso.
Estaba yo, gran señor,
contento con el estado
de mi mediano valor,
ni por muy rico envidiado,
ni por pobre con temor
de desdecir de quién era,
o de quién pensaba ser.
Era el sosiego mi esfera;
pensé a Pinardo deber
el ser y vida primera,
que ya por ti se mejora;
encontrábame el aurora
los más días, o estudiando,
las riberas margenando,
frescas lisonjas de Flora,
o en la caza, que las llamas
del nieto de las espumas
refrena, engañando ramas
robándole al viento plumas,
hurtándole al mar escamas.
Vasallos me respetaban
sencillos, puesto que pocos,
que mi hacienda acrecentaban;
y ni ambiciosos, ni locos,
me mentían o adulaban;
perdí esta felicidad,
señor, en la brevedad
de un instante; troqué luego
la quietud por el sosiego,
la aldea por la ciudad,
por un duque padre, un hombre
cuya mediana nobleza
sustenta sólo en el nombre,
la merced por el alteza.
Siendo esto así, no te asombre
que, sin uso ni costumbre,
tema la vida presente;
porque ¿quién sube a la cumbre
de un monte alto de repente,
que no sienta pesadumbre?
DUQUE Hechizos tiene, Rogerio,
el gobierno, que sazonan
su apacible cautiverio.
Los trabajos se coronan
con el laurel del imperio.
Probarás lo que es mandar,
y no lo sabrás dejar
después, porque es el león
que despedazó Sansón,
y sabe panales dar.
Clemencia, sobrina mía,
de quien has de ser esposo,
contra tu melancolía
será remedio amoroso:
della algunos ratos fía,
que hurtes a la ocupación
del gobierno principal,
y hallarás en conclusión
que es sazonado panal
lo que te asombra león.
Vase.
ROGERIO Todo esto es, Leonisa mía,
con sofísticas razones,
buscar necias evasiones
para mi melancolía.
Si yo no te viera el día
que perdí mi libertad,
fuera esta prosperidad
el colmo de mi contento;
ya sin ti será tormento
la más regia dignidad.
Perdite; ya no es posible
en desiguales estados
dar alivio a mis cuidados
ni ver tu rostro apacible;
pues amar un imposible
será eterno padecer;
no amarte no puede ser;
pues amarte y no esperar,
padecer, y no olvidar,
es morir y no poder.
Intentar cumplir mi amor
por medio menos que honesto,
ni aun pensarlo, porque he puesto
todo mi honor en tu honor.
Morir, Leonisa, es mejor;
batalle mi fantasía
en tan contraria porfía
mientras la vida haga pausa,
como se ignore la causa
de tanta melancolía.
Sale Leonisa.
LEONISA ¡Valga el diablo los jodíos,
y qué dello que me cuesta
la entrada!
ROGERIO (Leonisa es esta;
refrenaos, cuidados míos;
ojos, no perdáis por vella
la autoridad que acobarda
mi amor).
LEONISA ¡Verá qué de guarda
tien la puerta! ¿Sois doncella
que os cercan con tal cuidado?
¿Piensan que os hemos de aojar?
ROGERIO Leonisa...
LEONISA Véngoos a dar
el pláceme del ducado,
porque el pésame me deis;
que desque enducado os vi,
no valgo un maravedí.
ROGERIO Mucho, Leonisa, valéis;
y si el mundo, en todo necio,
prendas del alma estimara
y a la voluntad dejara
poner la hermosura en precio,
para compraros a vos
poco su tesoro fuera.
El interés es su esfera,
la ambición sola es su Dios;
esta y aquel han podido
violentar mi natural:
lo que el amor hizo igual,
la fortuna ha dividido.
Ameos hijo de Pinardo;
hijo del Duque, no puedo:
penas con Bretaña heredo,
la muerte sin vos aguardo.
Manda mi padre casarme
con Clemencia, prima mía;
en Orliens, su dote, fía,
y es forzoso conformarme
con el estado presente:
no queráis mayor venganza
de mi forzosa mudanza
que el vivir de vos ausente.
Midas pobre en la riqueza,
solo, por acompañado,
sin amor, enamorado,
abatido en la grandeza,
y expuesto a que el vulgo note
acciones en que es precisa
la murmuración. Leonisa,
casaos, que yo os daré el dote.
Vase.
LEONISA «¡Leonisa, casaos, que yo
os daré el dote!» ¿Equivale
dote que a Bretaña iguale
al alma que me robó?
Porque Clemencia nació
duquesa, ¿es bien que me impida
ser de Rogerio querida?
Si es el alma la que da
valor, aquella será,
que es mejor, más bien nacida.
¿No es más noble el alma, cielo,
de pensamientos mejores?
¿No son los míos mayores,
pues encumbran más su vuelo?
Amor, ante vos apelo;
Clemencia a Rogerio adora,
que es su igual; mas yo, pastora,
mientras el alma le doy,
más noble en amarle soy,
por ser su competidora.
Yo, que de mi esfera salgo
con mejores pensamientos,
animando atrevimientos,
merezco más, pues más valgo.
No temáis, amor hidalgo,
industria: en la diligencia
estriba la competencia,
que ha puesto mi dicha en duda;
Dios al animoso ayuda.
No ha de vencerme Clemencia.
Sale Firela.
FIRELA Pues, Leonisa, ¿podré darte
de duquesa parabienes?
Dirás que sí, pues que tienes
en Rogerio tanta parte.
LEONISA ¡Ay Firela! Si a contarte
dichas desdichadas llego,
confesarás que navego
viento en popa y con tormenta:
lo que me acobarda, alienta;
todo es nieve, todo es fuego.
Quien me aborrece me adora;
Rogerio es cortés villano.
Lo que por Leonisa gano
vengo a perder por pastora;
vence mi competidora,
porque nació con nobleza;
y yo, que en fe y en firmeza
la venzo y mi amor abono,
que compitan ocasiono
Fortuna y Naturaleza.
La fortuna me ha negado
generosa ostentación;
natural inclinación
suerte en Rogerio me ha dado.
Extranjero y desterrado,
me trujo de Ingalaterra,
niña, mi padre a la sierra
donde avecindada estoy;
sé que adoro, y no quién soy;
amé en paz, y muero en guerra.
Persüádeme a elegir
dueño Rogerio, y al paso
conozco yo, si me caso,
que de pena ha de morir.
¿Cómo podré yo sufrir
verle en ajeno poder?
¿Cómo tiene de querer
otro esposo quien le adora?
¿Cómo, siendo labradora,
seré de un duque mujer?
¡Ay de mí!
FIRELA Leonisa mía,
si era locura el querer
a Rogerio antes de ser
o excelencia o señoría,
agora que el duque fía
dél su Estado y majestad,
¿qué será?
LEONISA Temeridad;
mas todo amor es exceso:
no quiere quien tiene seso.
¡Loca estoy!
FIRELA Dices verdad.
Salen Clemencia y Enrique.
CLEMENCIA Yo, Enrique, no he conocido,
fuera del duque, otro padre;
dejome niña mi madre;
a su cargo me ha tenido.
Cuando intentaba ofender
mi verde edad con sus años,
y en desiguales engaños
trocar por el de mujer
el título de sobrina,
llevábalo, Enrique, mal;
pero ya que con igual
juventud se determina
darme por dueño a Rogerio,
de suerte contenta estoy,
que con el alma le doy
de mis gustos el imperio,
y sólo que venga aguardo
la feliz dispensación
de Roma.
ENRIQUE ¿Y será razón
que tiranice un bastardo
mis esperanzas, Clemencia?
¿Es bien que, amándoos los dos,
me venga a usurpar con vos
destos Estados la herencia
un pobre, hijo de una sierra,
entre rústicos criado?
CLEMENCIA El oro, que idolatrado
es en el mundo, se encierra
en las groseras entrañas
de un monte; una sierra fría
diamantes produce y cría;
plátanos dan las montañas
más ásperas, que después
gozan del mundo el imperio;
nació en los montes Rogerio,
mas es diamante, oro es,
que os hace tanta ventaja
en presencia y discreción,
que cualquier comparación
es con él humilde y baja.
Esta es verdad manifiesta:
él ha de casar conmigo;
básteos esto por castigo,
y el dejaros sin respuesta.
Vase.
ENRIQUE Conjurose contra mí
el cielo; soy desdichado;
de un monte un hombre ha sacado
por quien la herencia perdí
de Bretaña, y a Clemencia.
Mas si el amor y el reinar
ni a la sangre dan lugar,
ni permiten competencia,
¿por qué sufrir mi valor
que el hijo de una montaña
me tiranice a Bretaña
y desazone mi amor?
Ingeniosos son los celos,
y cauteloso el agravio;
aquellos me han de hacer sabio,
y este, a costa de desvelos,
ejecutor ha de ser
de lo que mi amor procura;
que a falta de la ventura,
suele el ingenio vencer.
LEONISA En buena fe, señor conde,
aunque no me conozcáis,
que la pasión que mostráis
es igual a la que esconde
quien no ha mucho que tenía
presunciones de duquesa;
pero a un mismo paso cesa
vuestra esperanza y la mía.
ENRIQUE Pues vos ¿conoceisme a mí?
LEONISA Suelen con facilidad
los de una enfermedad
conocerse. Desde aquí
los desprecios he escuchado
con que Clemencia os despide;
mas no es mucho que os olvide,
que vale mucho un ducado.
Era yo en la sierra amada;
ya en la Corte, aborrecida;
lloro cual vos ofendida,
muero cual vos despreciada.
Rogerio me quiso bien,
y agora me trata mal;
es duque, no soy su igual.
Juntad vos vueso desdén
con el mío, y procuremos
uno a otro consolarnos,
que si un mal puede igualarnos,
no es mucho que emparentemos.
ENRIQUE Vuestro donaire y belleza,
serrana, es tal, que agradezco
vuestro feliz parentesco.
LEONISA ¿Hace hermosa la tristeza?
ENRIQUE ¿Que, en fin, Rogerio os amó?
LEONISA Testigos, troncos diversos
maltratados con sus versos.
Una vez me comparó
al alba cuando nacía
afeitada de arrebol;
otra vez me llamó sol,
mire ¡qué grande herejía!
Mas como ya el lisonjero
se ha visto señor de salva,
quedose en albis el alba,
y vine a ser sol de hebrero.
Pero aguarde; haga una cosa.
Los celos suelen hacer
milagros, y la mujer
despreciada es ingeniosa.
Aconséjese conmigo:
verá después lo que pasa.
ENRIQUE ¿Hay tal donaire?
LEONISA A su casa
vamos; que allí yo le digo
que mis ardides celebre:
vengaremos nuestra ofensa.
ENRIQUE ¿Cómo?
LEONISA De donde no piensa,
dicen que salta la liebre.
Quisabe le daré yo
invención con que la dama
que a Rogerio dueño llama
le quiera. ¿Piensa que no?
ENRIQUE Pienso que en tu lengua está
el hechizo del amor.
LEONISA ¿Pues el engaño es mijor?
ENRIQUE ¿Quién duda?
LEONISA Vamos allá;
que yo le daré a Clemencia,
por más que dél haga risa,
FIRELA ¿Qué quieres hacer, Leonisa?
LEONISA Pretender en competencia,
enredar y disponer
ingeniosa mi afición,
y ver para lo que son
los celos en la mujer.
Vanse y salen Clemencia y Carlín.
CLEMENCIA Yo gusto desto; dejalde.
CARLÍN Pues ¿por qué no habían de entrar?
CLEMENCIA Cuando salí yo a cazar,
te conocí.
CARLÍN Ni el alcalde
ni el cura me quitan a mí
que no entre, si se me antoja,
en la igreja.
CLEMENCIA ¿Quién te enoja?
CARLÍN Un viejo, porque entró aquí.
CLEMENCIA ¿No ves que es el guardadamas?
CARLÍN ¡Válgame Dios! ¿Qué hay quien deba
guardar damas, y se atreva
a que no quemen las llamas?
Pues aun no puede un marido
guardar solo a su mujer,
¿y habrá quien pueda tener
tanto pájaro en un nido?
Él tiene gentil tempero.
CLEMENCIA ¿A qué has venido a palacio?
CARLÍN En el campo hay más espacio
que acá. Mas diga: ¿es de vero
que Rogerio es duco?
CLEMENCIA Sí:
vendrasle a pedir mercedes.
CARLÍN Sí vengo, o no.
CLEMENCIA Muy bien puedes,
que yo rogaré por ti.
CARLÍN ¿Y que el duco viejo es ya
su padre?
CLEMENCIA A él le debe el ser.
CARLÍN ¿Y ella diz que es su mujer?
CLEMENCIA Mi esposo ha de ser.
CARLÍN ¡Verá!
Hombre hue siempre de chapa:
desde mochacho lo tuvo.
Hombre en nueso lugar hubo
que endevinó verle papa.
CLEMENCIA ¿Cómo?
CARLÍN Desde el primer día,
que espenzó de gorjear,
a todos los del lugar
«taíta» y «papa» les decía:
y como no se le escapa
cosa al cura, al punto dijo:
«¿papa sabéis decir, hijo?
pues yo espero veros papa».
CLEMENCIA ¡Graciosa rusticidad!
Pues le vais, serrano, a ver,
procuralde entretener,
y su tristeza aliviad;
que después que es duque, vive
melancólico en extremo,
y a el paso que le amo, temo
su salud.
CARLÍN ¡Oh! Si él recibe
cierto envoltorio que aquí
le traigo, yo le aseguro
que ella vea cuál le curo.
CLEMENCIA ¿Es regalo?
CARLÍN Creo que sí.
CLEMENCIA Mostralde acá.
CARLÍN Viene oculto.
CLEMENCIA ¿Es de Pinardo?
CARLÍN No es dél.
CLEMENCIA ¿Pues cúyo?
CARLÍN Está en un papel.
CLEMENCIA Regalo que no hace bulto,
¿qué será?
CARLÍN ¿No lo penetra?
Son unos polvos.
CLEMENCIA ¿De qué?
CARLÍN De carta, que si los ve,
también podrá ver la letra.
CLEMENCIA ¿Es billete?
CARLÍN Sí, por Dios.
CLEMENCIA ¿Quién le escribe?
CARLÍN No hay decillo.
CLEMENCIA ¿Por qué?
CARLÍN Mándanme encubrillo,
principalmente de vos.
CLEMENCIA (¡Ay cielos!). ¿Y es quien le avisa
en él alguna serrana?
CARLÍN Más fresca que la mañana.
CLEMENCIA ¡Bueno! ¿Y llámase?
CARLÍN Leonisa.
CLEMENCIA Según eso, no me espanto,
si es su amante y no la ve,
que triste Rogerio esté.
¿Quiérense bien?
CARLÍN Tanto cuanto.
CLEMENCIA ¿Y cuál de aquellas dos era,
que cuando a cazar salí,
con Rogerio hablando vi?
CARLÍN Picando os va la celera.
La que me ha dado esta carta,
cuyo porte pagáis vos,
es, señora, de las dos,
barbinegra y cariharta.
CLEMENCIA ¿Y a esa quiere?
CARLÍN Es bella moza.
CLEMENCIA Mostrad el papel acá.
CARLÍN ¡Mas nonada!
CLEMENCIA Acabad ya,
villano.
CARLÍN ¡Ay, que me retoza!
CLEMENCIA ¿Vos usáis aquestas tretas,
rústico, zafio, villano?
CARLÍN Aquí del rey, que la mano
quiere meterme en las tetas.
Sale Rogerio.
ROGERIO ¿Qué es esto?
CLEMENCIA Esta es la ocasión
de vuestra melancolía,
si de la desdicha mía,
duque, presagios no son.
¡Triste estáis! Tenéis razón;
que el mudar naturaleza
¿a quién no causa tristeza?
Y más a vos, que trocado
habéis un ilustre Estado
por esta vil rustiqueza.
Alegraos, pues os avisa
de que en esta triste ausencia
no ha de malograr Clemencia
esperanzas de Leonisa.
Guardad para ella la risa,
y para mí los enojos;
que si villanos despojos
el alma os tiranizaron,
yo, porque a vos os miraron,
sabré castigar mis ojos.
Vase.
ROGERIO ¡Bárbaro! ¿Qué has hecho?
CARLÍN ¿Yo?
¿No lo ve? ¿Qué quiere que haga?
¡Aquésta será la paga
del parabién que le do!
Dos días ha que ando encantado
para darle esta escritura,
y nunca tuve ventura,
según que vive encerrado,
de poder topar con él.
¡Mire qué dirá Leonisa,
que enviándome de prisa,
tanto ha que me dio el papel!
ROGERIO ¿Leonisa te envió acá?
CARLÍN Desde anteyer: ¿no le digo?
Con tanta guarda y postigo,
el dimuño le hallará.
ROGERIO ¿Y le habrás dicho a Clemencia
todo cuanto en mi amor pasa?
CARLÍN Pues si con ella se casa,
encobrillo ¿no es conciencia?
ROGERIO ¿Hay disparate mayor?
CARLÍN El marido y la mujer,
¿una carne no han de ser
y un alma? El sermonador
nos lo dijo el otro día.
ROGERIO ¿Qué querrás decir por eso?
CARLÍN Pues si es su carne y su hueso,
el papel que le traía,
y yo le negué importuno,
cuando a su mujer le diera,
¿qué importa que le leyera?
ROGERIO ¿Hay tal necio?
CARLÍN ¿No es todo uno?
ROGERIO ¿Dístesele, en fin?
CARLÍN ¡Mal año!
ROGERIO ¿Qué es dél?
CARLÍN Aquí vien metido.
ROGERIO Discreto tercero has sido.
CARLÍN Ya no hay discreto hogaño.
Tome, y venga la respuesta.
ROGERIO Ya Leonisa la llevó,
que al papel se adelantó.
CARLÍN Tales lágrimas le cuesta.
ROGERIO ¿Pues llora por mí Leonisa?
CARLÍN ¿Si llora? Dale tal murria,
que crô que tien estangurria
en cada ojo, en vez de risa:
un río tien en la cholla.
ROGERIO ¿Tanto llora?
CARLÍN Es compasión;
y más si hace salpicón
y es bermeja la cebolla.
No embargante, que hay ya quien,
ocupando el lugar vueso,
anda por ella sin seso,
y la enmusica también.
ROGERIO ¿Quién es?
CARLÍN Filipo, el señor
de Castel y Fuen–Molino.
ROGERIO ¿Filipo, nuestro vecino?
CARLÍN Ese la tien tanto amor,
que doquiera que la ve,
la pestilencia le toma.
No hay desde París a Roma
quien tales musquinas dé.
Anoche cantó a su puerta
con otros dos una trova,
y pardiez que no era boba;
pero no estaba despierta
la moza, y quedose en seco.
ROGERIO ¿Y qué dice a eso Leonisa?
CARLÍN Aunque hace de su amor risa,
perdóneme Dios si peco,
que ella es hembra, y él es tal,
que temo ha de derriballa
a la postre.
ROGERIO Torpe, calla.
CARLÍN ¡Verá! Hurtomos del corral
el gallo el año pasado
no sé cuál de las vecinas;
y viudas dél las gallinas,
no atravesaban bocado.
Lleveles otro menor;
y él todo prumas y gala,
ya quillotrando el un ala
hasta el suelo alrededor,
ya escarbando, apenas toca
el muladar con la mano,
cuando por darlas el grano,
se lo quita de la boca.
Ellas con los gustos nuevos
menospreciando el ausente
(que do no hay gallo presente
diz que no se ponen huevos),
darán a Leonisa olvido,
y hará en la memoria callos;
que de galanes y gallos,
uno ido y otro venido.
Mas no sé quién entra acá.
ROGERIO Espérame afuera un rato,
mientras que de mirar trato
el papel.
CARLÍN ¿Escribirá?
ROGERIO No sé.
CARLÍN Acabe, pues, que es tarde,
Al puebro, pardiós, me acojo;
que me miró de mal ojo
la duca: el dimuño aguarde.
Vase y sale un criado.
CRIADO El duque, señor, os llama.
ROGERIO ¡Ay Leonisa! ¿De qué suerte
podré animarme a perderte,
si con pinceles de llama
pintó en mi pecho el dios ciego
tu copla, que eterna vive?
No se borra lo que escribe
Amor con plumas de fuego.
Vase y salen Enrique y Alberto.
ALBERTO Tú intentas cosas extrañas.
ENRIQUE Alberto, aquesta mujer
no es posible deba el ser
a las rústicas montañas
que por su patria confiesa.
No produce el sayal vil
agudeza tan sutil:
habla la lengua escocesa
mejor que quien se ha criado
en ella; su entendimiento
es asombro y argumento
de que vive disfrazado
debajo de aquel sayal
algún valor generoso.
De Clemencia estoy celoso;
por un hijo natural
del duque, mi amor olvida;
el mismo rigor padece
Leonisa, que es quien me ofrece
la maraña prevenida.
De Escocia habrá ya llegado
la duquesa de Clarencia,
huyendo de la inclemencia
de su rey, contra ella airado.
Desembarcose en un puerto
de mi Estado, acompañada
no más que de una criada
y un paje, y hase encubierto
de suerte, que sin saber
persona de su venida,
animosa o atrevida,
se ha querido socorrer
de mí.
ALBERTO Siendo su pariente,
y fiada en tu valor,
no es mucho que tu favor
Margarita hermosa intente.
ENRIQUE Hallela en casa, volviendo
de Palacio con Leonisa:
de sus desgracias me avisa;
y la serrana entendiendo
lo que pasa; para dar
a Rogerio y a Clemencia
celos, yendo a su presencia,
da en que se ha de transformar
en Margarita, y fingir
que huye del rey enemigo;
y tratándolo conmigo,
ha sabido persuadir
a Margarita de suerte,
que por estar más segura
del escocés, que procura
o prenderla o darle muerte,
la traza alaba discreta
desta ingeniosa mentira,
y a un castillo se retira,
donde pretende secreta
aguardar el fin que tiene
su indigna persecución.
ALBERTO ¡Extraordinaria invención,
si a parar en mal no viene!
ENRIQUE Hase vestido a lo inglés
Leonisa, dándola el traje
Margarita, y el lenguaje,
que en ella tan propio ves,
de tal suerte la disfraza,
que si antes era pastora,
ya su hermosura enamora
y su respeto amenaza.
Margarita se ha partido
a una fortaleza mía,
que se llama Roca–Fría,
y estoy, en fin, persuadido
a seguir esta maraña,
pidiendo al duque licencia
para que la de Clarencia
viva segura en Bretaña.
ALBERTO ¿Y qué piensas sacar deso?
ENRIQUE Creerán todos que es Leonisa
duquesa.
ALBERTO Cuento es de risa.
ENRIQUE En su amor estuvo preso
Rogerio, y por ser pastora
su pobreza y humildad
violenta su voluntad:
viendo, pues, lo que mejora
con Clemencia su esperanza,
finge tenerla afición,
y contra su inclinación,
paga a Leonisa en mudanza.
Si la ve duquesa agora,
y en ella el vivo retrato
de Leonisa, a quien fue ingrato,
y desdeña por pastora,
claro está que la ha de amar,
y aborrecer a Clemencia.
¿Qué te parece?
ALBERTO Evidencia.
ENRIQUE Yo la fingiré adorar,
y diré al duque que intento
casarme con ella.
ALBERTO Bien.
ENRIQUE Clemencia, cuyo desdén
ya es casi aborrecimiento,
viéndose de mí olvidada,
se tendrá por ofendida;
que toda mujer querida
pierde el seso despreciada.
Celosa ya, podrá ser
que, despertando su amor,
deje a mi competidor,
y volviéndome a querer,
a costa de estos desvelos,
paren desdenes en paces,
porque no hay más eficaces
terceros de amor que celos.
Mira lo que se interesa
desta afición.
ALBERTO Sin cimientos
fundadas torres por vientos;
pero Amor, como profesa
disparates, ya podría
sacarte bien del presente.
La serrana es excelente:
pues su autoridad la fía
Margarita, empieza, a dar
principio a aquesta ventura.
ENRIQUE El amor me la asegura.
A los duques voy a hablar.
Vanse. Salen el duque, con un pliego, Clemencia y Rogerio.
DUQUE ¡Extraña novedad! No ha sucedido
en mi corona caso semejante.
ROGERIO Díganos vuestra alteza lo que ha sido.
DUQUE Perdió Arturo la vida por amante.
Del escocés un pliego he recibido,
cuyas nuevas dan lástima bastante,
y admiración en ellas al más sabio,
para que en la mujer tema el agravio.
Mandó en su Corte el rey hacer justicia
del duque de Clerencia, por consejo
de la envidia, si no de la avaricia,
por ser rico en extremo el noble viejo:
dejó sola una hija, en la noticia
del mundo celebrada por espejo
de la beldad que amor siempre acredita,
en valor como en nombre, Margarita.
Arturo, que del rey era privado,
y ocasionó esta muerte rigurosa,
de su hacienda o su hija enamorado,
suplica al rey la obligue a ser su esposa.
En fin, de su favor apadrinado,
no supo Margarita, cautelosa,
o no quiso negar el sí pedido,
y al ofensor admite por marido.
Celebrose la boda, y cuando intenta,
en el silencio de la noche oscura,
al tálamo de amor dejar contenta
verde esperanza en posesión segura,
la venganza, que tímidos alienta,
mostró que sin crueldad no hay hermosura;
pues con filos fingidos de una daga,
si no amor, Margarita ofensas paga.
A su esposo dio muerte, y atrevida,
en un baúl que la lealtad previno
de algún vasallo, viuda y homicida,
por páramos de sal abrió camino.
Esto me escribe el rey, que con su vida
pretende castigar su desatino,
y sospechoso que paró en Bretaña,
pide no ampare tan cruel hazaña.
ROGERIO ¡Lastimoso suceso, aunque bastante
a disculpar la noble vengadora
de su padre!
CLEMENCIA No puede ser amante
quien desleal ofende a quien adora.
DUQUE Mi sangre es Margarita, y importante
el socorrella, si se ampara agora
de mi favor.
ROGERIO Tal ánimo y belleza
merece que halle sombra en vuestra alteza.
Sale Enrique.
ENRIQUE Vuestra alteza, señor, sepa
que tenemos en Bretaña
la huéspeda más hermosa
que dio al amor flechas alas;
por parienta y por mujer
es digna de que en su casa
halle favor su hermosura,
y consuelo sus desgracias.
DUQUE ¿La duquesa de Clarencia?
Ya, conde, por estas cartas
que el rey de Escocia me escribe,
he sabido las hazañas
de su valor vengativo.
ENRIQUE ¡Válgame Dios!
DUQUE No se engaña
en pensar el escocés
que de mi favor se ampara.
¿Dónde está?
ENRIQUE Desembarcó,
gran señor, ayer mañana
en un puerto de mi Estado,
por ser la menor distancia
que hay desde aquí a aquella tierra;
y sólo seguro aguarda
de vuestra alteza, y licencia,
para postrarse a sus plantas.
DUQUE Margarita es descendiente,
como sabéis, de mi casa.
Y su rey siempre enemigo
de las tres lises de Francia.
Vengó injurias Margarita
de la ambiciosa privanza
que a su padre causó muerte
y desautorizó a su fama.
Mujer que fue para tanto,
no es bien, porque desagravia
injurias que en honra tocan,
cobarde desampararla.
Entre en mi Corte segura.
ENRIQUE Eres generosa rama
del tronco de Clodoveo,
que en ti logra su prosapia.
Por ella los pies te beso
y porque de la palabra
que le das estaba cierta,
humilde en Palacio aguarda
que entrarte a ver le permitas,
DUQUE ¿Aquí está?
ENRIQUE Sí, señor.
DUQUE Salgan
a recibilla conmigo
todos cuantos hay en casa.
ENRIQUE No hay, gran señor, para qué;
que en esta merced fiada,
entra Margarita hermosa,
dando luz a aquesta sala.
Leonisa, de inglesa, muy bizarra, de camino y acompañamiento.
LEONISA Vuestra alteza reconozca
por parienta y por vasalla
una mujer perseguida
de un rey, puesto que vengada.
DUQUE Dadme, sobrina, los brazos;
que aunque en tal belleza y gracia
la crueldad parece fea,
os debo dar alabanzas
por la parte que me toca
en vuestra justa venganza,
y en vuestro favor poner
a riesgo mi Estado y armas.
¿Qué hospedaje el mar os hizo?
LEONISA Por ser cruel, pues maltrata
a quien se atreve a sus olas,
y ser amor semejanza,
pasaje me dio apacible.
ENRIQUE [Aparte]. ¿Hay maravilla más rara?
¡Que una pastora hable ansí!
Vive el cielo que me engaña,
y que con saber quién es,
respeto y temor me causa.
DUQUE Besad las manos, Rogerio,
a la duquesa.
ROGERIO [Aparte]. Si el alma
conoce por los sentidos
lo que objetos la retratan,
¿no son de Leonisa, cielos,
estos ojos, esta cara,
aquel aire, aquel hechizo,
aquella risa, aquel habla?
LEONISA Perdóneme vuestra alteza,
gran señor, que la ignorancia
de forastera disculpa
mi cortedad, siendo causa
de no haberos conocido.
ROGERIO Yo también me disculpara
con vuecelencia, señora,
si a la libertad dejara
el alma hacer cortesías;
pero como se traslada
toda a los ojos, no da
permisión a las palabras.
CLEMENCIA Aunque contenta, envidiosa,
de que afrentéis nuestras damas,
os da, señora, los brazos
quien os rinde las ventajas
en discreción y hermosura.
Honréis, prima, nuestra patria
mil años.
DUQUE Es la duquesa
de Orliens, mi sobrina.
LEONISA Basta
su presencia para prueba
de que no miente la fama,
que en nuestro reino más corta
queda, cuanto más la alaba.
La merced que me habéis hecho.
estimo, no confiada,
pero agradecida sí;
porque honrar con alabanzas
a los huéspedes es propio
de la grandeza que pasa
con nobles ponderaciones
justos límites y rayas.
ENRIQUE (¡Vive Dios que es imposible
que puedan unas montañas
engendrar tal discreción!).
ROGERIO (¡Vive el cielo que traslada
Amor en esta mujer
el rostro, acciones y gracia
de Leonisa, o que estoy loco!).
DUQUE Margarita, en nuestra casa
tendréis hospicio decente.
LEONISA Si mi rey os amenaza,
gran señor, no será bien
que ocasione su ira y armas.
Mas encubierta estaré,
mientras este rigor pasa,
en un castillo de Enrique,
hasta que dé al rey de Francia
cuenta de aquestos sucesos.
ENRIQUE Sí, gran señor, retirada
mi prima en mi Estado, puede
asegurar las desgracias
que del poder de Inglaterra
puede recelar Bretaña.
DUQUE Si gustáis deso los dos,
y el conde suple mis faltas,
no os quiero contradecir:
cumpla el cielo la esperanza
que tenéis en nuestro rey.
Id, hijo, y acompañalda.
LEONISA Guarde el cielo a vuestra alteza.
CLEMENCIA Dadme licencia, madama,
que os vaya sirviendo.
LEONISA Yo
soy, madama, vuestra esclava.
No habéis de pasar de aquí.
ROGERIO (Imaginaciones vanas,
si una misma imagen veo
en mi amorosa serrana,
y en la hermosa Margarita,
duquesa es cual yo, adoralda).
Vanse. Y sale Firela de inglés, como los caballeros que vinieron de
Inglaterra a España.
FIRELA ¿Que me haya metido en esto
Leonisa? ¿Hay más extremada
determinación? ¿Yo inglés?
¿Yo varón? ¿Yo marimacha?
¿Qué respuesta podré dar
a los que me ven, si me hablan
en lenguaje que no entiendo?
Solamente dos palabras
me ha enseñado que responda,
y ensacándome de entrambas,
doy con nuestra traza en tierra,
y a la vergüenza me sacan.
Sale un criado.
CRIADO Diga, señor gentilhombre,
¿Qué nombre tiene madama
la duquesa?
FIRELA Bona guis
toixton.
CRIADO No entiendo palabra.
¿Tiene en Londres su asistencia?
¿Es doncella o es casada?
FIRELA Bona guis toixton.
CRIADO ¡Tostones,
y ambarguís! ¡Buena demanda!
¿Es caballero?
FIRELA Millort.
CRIADO Millorte es lo que en España
vizconde o barón.
(Por Dios,
que es la figura extremada.
Voime; que no hay entenderle).
Vase.
FIRELA Si desta el cielo me escapa,
no más disfraces ingleses,
no más figuras lacayas.
Sale Carlín.
CARLÍN No hay encontrar a Leonisa,
ni dar con Firela; dambas,
después que es duco Rogerio,
dadas a los diabros andan.
Buen hombre, ¿acaso habés visto
en Palacio dos serranas
vestidas de...? ¡Ay Dios! ¿Qué es esto?
¡Firela! ¿Vos atacada?
¿Sois danzante o volatina?
¿Quién os volvió marimacha?
Al santo oficio os acuso.
¡Verá el mundo qué tal anda!
¿Quién diabros os puso ansí?
FIRELA Bona guis toixton.
CARLÍN ¡Fayancas
conmigo, que las entrevo!
Alto, al puebro; que os aguarda
nueso amo. ¿Qué es de Leonisa?
FIRELA Bona guis toixton.
CARLÍN Borracha,
¿pullas a mí? Voto al sol,
si empiezo, que os eche tantas,
que deis al diabro el oficio.
Dejaos deso, y alto, a casa,
que Pinardo envía por vos.
FIRELA Toixton, toixton.
Pícale con la daga y vase.
CARLÍN ¡Ay! Tostada
te vea yo por la josticia.
Voto al sol, o que trocada
tengo la vista, o que es ella.
Pues no os han de valer chanzas.
Vase y sale Rogerio solo.
ROGERIO ¿Podré persuadirme yo
a tan grande disparate,
ni a que mi Leonisa trate
fingirse duquesa? No.
Sé que el inglés solicita
al duque, y cuenta le da
de que sospecha que está
en Bretaña Margarita;
sé que el conde lo confiesa;
sé que a la Corte ha venido
para quitarme el sentido;
sé que he visto a la duquesa,
que en el traje y en el trato
por inglesa es bien la dé
crédito; mas también sé
que es de Leonisa retrato.
Ya suele naturaleza,
que al pincel de cuenta alcanza,
mostrar en la semejanza
su divina sutileza.
Diversas veces pintó
(aunque siempre es cosa rara)
en dos una misma cara;
mas unas acciones no;
que esas, por ser de la esencia
de cada individuo, varias,
por fuerza han de ser contrarias,
y es infalible esta ciencia.
Pues si son estas razones
evidentes, ¿cómo imita
a Leonisa Margarita
en cara, en habla y acciones?
Alma, averigualdo vos;
que aunque este milagro ignoro,
la una por la otra adoro,
y estoy dividido en dos.
Salen de pastoras Leonisa y Firela.
LEONISA Rogerio, ya yo he cumplido
lo que vos habéis mandado.
Por daros gusto, he buscado
desde ayer acá marido.
El señor de Moncastel
la mano me ofrece dar
con el dote, porque ahorrar
del amor os quiero, y dél.
Dadme el parabién, y adiós;
Que es tarde y vengo de prisa.
ROGERIO (Alto, engañeme: Leonisa
es esta, y entre las dos
dividido mi amor crece,
adorando mi interés
en mi serrana lo que es,
y en la otra lo que parece).
LEONISA Echadme la bendición,
y adiós, que es tarde.
ROGERIO ¡Ah Leonisa!
Quien despide tan aprisa
memorias del corazón,
no las tuvo en mucho precio.
Casaos con Filipo vos,
y hágaos venturosa Dios;
que yo moriré por necio,
pues a mi padre sujeto,
en dignidades repara,
que por vos menospreciara
mi amor, a ser yo discreto.
Vase.
LEONISA Asomábanse a los ojos
lágrimas cuando se fue.
¡Ay mi Rogerio! Yo haré
que paren vuestros enojos
en regocijos, si el cielo
mis quimeras favorece.
Firela, ¿qué te parece
destas cosas?
FIRELA Que recelo
que no han de tener buen fin.
LEONISA ¿Por qué, si el principio ves
tan próspero?
FIRELA Aunque en inglés
me transformase, Carlín
me conoció en ocasión
que según fue porfiado,
apenas dél me han librado
la bona guis y el toixton.
Volvámonos al aldea,
si quieres que no nos echen
menos en ella.
LEONISA Aprovechen
mis industrias, y no sea
Clemencia dueño pesado
de quien sé yo que me quiere,
y venga lo que viniere.
CLEMENCIA ¡Hay igual atrevimiento!
¿Esto consentís?
ROGERIO Consiento
rustiquezas ignorantes.
(Leonisa, ya ves que mudo
de estado: amete primero
como hijo de un caballero
particular; ya lo dudo.
Hijo de un duque, trocó
la suerte mi amor; reporta
tus inquietudes.
LEONISA No importa:
bueno es Filipo.
ROGERIO Eso no;
que me mataréis los dos.
LEONISA Pues ¡qué! ¿Quería el liviano
ser perro del hortelano?
Con él, y si no con vos.
ROGERIO Dilata un poco mudanzas;
no me atormentes con celos;
que te amo saben los cielos.
No desmayes esperanzas.
CLEMENCIA Duque, sospechosa estoy
de que con esa grosera
tratéis.
LEONISA Oye, caballera,
tan buena como ella soy.
ROGERIO Persüádola a que deje
el favor que me habéis dado.
LEONISA ¿Dar? Dardada; yo le he hallado;
y vos sois un grande hereje... [A él].
de amor.
Él ha de ir conmigo.
CRIADO El duque sale a buscaros.
ENRIQUE (¿Hay menosprecios más claros?).
LEONISA (¿Hay más mudable enemigo?).
CLEMENCIA (¿Hay villana semejante?).
ROGERIO (¿Hay más dudosa afición?).
ENRIQUE ¡A la primera ocasión
olvidada y inconstante!
Prima, ¿esto ha sido el jurar
firmezas?
CLEMENCIA Conde, es violento
en quien ama el juramento,
aunque no le he de quebrar,
si bien habéis de ofenderos;
pues si juré no olvidaros,
olvidareme de amaros;
pero no de aborreceros.
Vanse.
LEONISA ¡Buena me dejáis!
ROGERIO Mudanzas
de estado son la ocasión.
LEONISA También desengaños son
incentivos de venganzas.
ROGERIO Culpad, Leonisa, a los cielos;
que aquesta es fuerza precisa.
LEONISA Culpe mi amor a Leonisa,
si no vengare sus celos.
Sale Carlín.
CARLÍN Este puebro está encantado:
escapáseme el tostón,
no sé por do diabros. Hela.
FIRELA ¡Carlín!...
CARLÍN ¡Cátala Firela,
y cátala inglés! No son
vuesas mañas para menos,
Firela, que chamusquinas.
¡Buena estuvo la invención!
Gana tenéis de ser macho.
LEONISA Pues ¿qué ha sido?
FIRELA Está borracho.
CARLÍN Sí, bona guis y toixton.
FIRELA Si escuchamos sus razones,
Leonisa, es nunca acabar.
CARLÍN A fe que os han de costar
caro el guis y los tostones.

JORNADA TERCERA

Salen Rogerio, Filipo y Pinardo.

ROGERIO Es mucha desigualdad,
puesto que amor os abrasa;
sois deudo de nuestra casa,
y ofendéis su calidad.
Leonisa es una pastora
incapaz de tal ventura;
gastan años la hermosura,
que el tiempo en breve desdora;
acabaráseos el gusto,
y crecerán los cuidados;
temo veros mal casados,
y consentirlo no es justo.
Mirad, Filipo, primero
lo que hacéis.
PINARDO Su mucho amor
pone por intercesor,
duque y señor, lo que os quiero.
Pobre y serrana es Leonisa;
mas en tal desigualdad
la virtud es calidad
que al cuerdo a elegirla avisa;
y cuando haga ejecución
la vejez en su hermosura,
no envejece la cordura,
ni cansa la discreción.
En esta el cielo la dota,
y esta suple lo demás.
FILIPO Si atención a ejemplos das,
no mancha al mar una gota
de tinta, ni en sangre noble,
que por ser tuya, es un mar,
podrá Leonisa manchar
mi calidad. ¿De qué roble
no sale una imagen bella
que el mundo después adora?
Si es roble por ser pastora,
Amor piensa sacar della
una imagen soberana.
En mi real tapicería
la industria igualar porfía
al oro y seda la lana:
con ella se mezcla y teje,
y siendo por sí tan baja,
al brocado se aventaja.
Lana es Leonisa; mas deje
tu permisión, gran señor,
que esta mezcla el gusto vea;
telar el tálamo sea,
y su artífice el amor.
Verás deste desacierto
la imagen que saca un roble,
de la lana un tapiz noble,
y el fruto de aqueste enjerto.
Sólo tu licencia espero.
PINARDO Criándose en nuestra casa
Leonisa, cuando se casa,
y más siendo yo el tercero,
no es bien que su gusto impidas.
ROGERIO Si uno ruega, otro intercede;
casarse Leonisa puede;
que a llamas encarecidas
con tanta ponderación,
no es bien hacer resistencia.
Amor es todo violencia;
pero de la discreción
de Leonisa conjeturo
que tiene de llevar mal
casamiento desigual,
tan pocas veces seguro.
¿Admítelo ella?
FILIPO ¿Pues no?
Tu licencia, alegre, espera.
ROGERIO (¡Ay Leonisa! Al fin, ligera.
Mas si estoy culpado yo,
¿por qué a mudanza atribuyo
lo que en ti fue discreción?
No quiero en tanta afición
quitarle a Amor lo que es suyo).
Casaos, Filipo; gozad
de Leonisa la belleza;
el alma es quien da nobleza;
la virtud es calidad.
Alma de tal perfección,
y virtud tan conocida,
justo es que sea preferida
a otra cualquier elección.
¿cuándo intentáis desposaros?
FILIPO Quisiera, señor, Leonisa
esta tarde.
ROGERIO ¿Tan aprisa?
¡Qué dello debe de amaros!
FILIPO No le sabré encarecer
a vuestra alteza, señor,
los extremos de su amor.
ROGERIO (Es Leonisa, en fin, mujer:
en aborrecer y amar
son ejecutivas todas).
Yo he de apadrinar sus bodas,
y también la he de dotar:
ansí se lo he prometido.
Andad, Filipo, con Dios;
que siendo su esposo vos,
cuerda elección ha tenido.
Preveníos; que esta tarde
vuestro padrino he de ser.
FILIPO Si tal dicha he de tener,
¿qué temor hay que acobarde
mi ventura? Vuestra alteza,
yéndonos a honrar allá,
generoso suplirá
las faltas de su nobleza.
Los pies mil veces os beso.
ROGERIO Siendo vuestro intercesor
Pinardo cualquier favor
merecéis; Yo os lo confieso:
como a padre le respeto,
y le debo lo que soy.
PINARDO Soberbio, señor, estoy
viéndonos tan cuerdo y discreto.
Bien logra mi dicha en vos
los años que os enseñé.
Mil siglos de vida os dé
el cielo.
Vanse los dos.
ROGERIO Pinardo, adiós.
¡En fin, Leonisa se casa,
y no conmigo! ¡En fin, cielos,
cobro en libranzas de celos
deudas de amor, que me abrasa!
Amante Filipo pasa
inconvenientes de estado
que mi dicha han estorbado,
sin reparar que es pastora:
luego más que yo la adora,
pues más que yo la ha estimado.
Porque soy duque, desprecio
prendas que, aunque en la corteza
contradicen mi grandeza,
son de inestimable precio;
si mi amor no fuera necio,
pudiera conjeturar
con Filipo que manchar
no puede el mar una gota,
ni dar en mi sangre nota
Leonisa, si amor es mar.
La imagen del roble bella
con que Filipo me avisa,
en abono de Leonisa,
puede obligarme a querella:
el cielo ha encerrado en ella
discreción de más valor
que la calidad mayor,
y es ignorante bajeza
despreciar por la corteza
lo que es noble en lo interior.
Yo la estimo, yo la adoro,
¿y yo rehúso escoger
tapiz que pueda tejer
su humilde estambre con mi oro?
O soy bárbaro, o ignoro
que Amor, hortelano astuto,
en sazonado tributo
si la voluntad es huerto,
estima en más el enjerto
de dos almas, que otro fruto.
Perdonarame Clemencia,
Filipo perdonará:
los ejemplos que me da
sirven contra él de sentencia.
Amar hereje en competencia,
no mancha una gota el mar:
la imagen quiero labrar
que aqueste roble me ofrece
para mí, que no merece
tal imagen otro altar.
Salen el duque, y Clemencia, y Enrique.
DUQUE Murió el rey perseguidor
de la duquesa, y hereda
Eduardo, en quien sólo queda
el reino, mas no el rigor;
a Margarita perdona,
y restituye en su Estado.
ENRIQUE Yo que el parabién la he dado,
si el ser tu sangre me abona,
te suplico, gran señor,
me des licencia de ser
su esposo.
DUQUE ¿Cómo?
ENRIQUE Es mujer,
Margarita, que en amor
el hospedaje ha pagado
que perseguida la di.
Ya que a Clemencia perdí,
y el suceder en tu Estado,
no dudo que te has de holgar
de la dicha que intereso.
ROGERIO ¿Cómo, Enrique? ¿Cómo es eso?
ENRIQUE La mano me ofrece dar
Margarita, siendo gusto
de vuestras altezas dos.
DUQUE Si ella se casa con vos,
negároslo fuera injusto.
CLEMENCIA ¡Gran casamiento habéis hecho!
Sea, conde, para bien.
ROGERIO [Aparte]. Dos bellezas quiero bien
en una, y cuando sospecho
que las llamas que me abrasan
en una se han de templar;
porque no haya que esperar,
juntas las dos se me casan.
A Clemencia estoy también
por amar, y intentará
casarse; pero no hará
cosa que a mí me esté bien.
DUQUE Partamos, hijos, a darla
los plácemes del Estado
y esposo que han restaurado.
su penar.
CLEMENCIA Comunicarla
deseo; que es tan discreta,
según dicen, como hermosa.
ENRIQUE Es suspensión milagrosa
del mundo, que la respeta.
ROGERIO [Aparte]. Es de Leonisa retrato,
que es más.
CLEMENCIA [A Enrique]. Si vos la alabáis,
conde, cuando os abrasáis
en su amor, yo también trato
aventajarla entre todas.
DUQUE Partámosla a visitar;
que si tiene de alegrar
nuestra Corte con sus bodas,
juntándolas con las vuestras
será la fiesta mayor.
ROGERIO [Aparte]. ¿Celos de Leonisa, amor?
¿Celos también a las muestras
primeras de Margarita?
Cásese Clemencia y todo,
y quíteme deste modo
el mal quien el bien me quita.
Vanse, quedándose Clemencia y Enrique.
CLEMENCIA Quien, delante de otra dama
a quien primero sirvió,
de más hermosa alabó
la que milagrosa llama,
o tiene mucho de necio,
o peca de descortés:
juzgad vos desto lo que es
quien me tiene en poco precio;
que yo que ocupé el cuidado
un tiempo en vos (poco fue),
también desterrar sabré
las reliquias que han quedado.
Vase.
ENRIQUE Ya va buena esta quimera;
ya este celoso artificio
ha empezado a hacer su oficio,
y dichoso fin espera;
pero Leonisa es de modo
que aunque en sangre desigual,
si ser quiere el principal,
temo que se alce con todo.
Perlas enseña su risa,
cielos logra su presencia.
¿Qué tiene que ver Clemencia
con los ojos de Leonisa?
Pero ¿qué digo? ¿Estoy loco?
Leonisa a Rogerio adora,
Clemencia dél se enamora,
y con las dos puedo poco.
A la inglesa van a ver
(o a Leonisa, convertida
en ella) los duques; pida
mi amor lo que puede ser.
Vuélvame Clemencia a amar,
Leonisa a Rogerio enlace;
que como sus bodas trace,
no hay, Amor, tal negociar.
Vase. Salen Leonisa, de luto bizarro y Firela, de inglés.
LEONISA Es cosa extraña el amor
que Margarita me tiene:
dice que estimará en tanto
mi buen despacho y el verme
sucesora de Bretaña,
como todas las mercedes
que con su restitución
el nuevo rey la promete.
Seis millas se fue de aquí,
donde encubierta pretende
que su nombre sostituya,
y mis venturas concierte.
Hasta en esto soy dichosa,
que este alcázar (Castil–Verde
por nombre) de nuestra sierra
dista media legua breve:
conque sin echar de ver
mi falta cuando me ausente,
ya represento a Leonisa,
ya a Margarita.
FIRELA En fin, ¿eres
duquesa a un tiempo y pastora,
y el sí de esposa prometes
al conde Enrique y Filipo,
dividida en dos mujeres?
LEONISA Y no he de ser de ninguno,
que Amor nacido entre redes
de Vulcano, no te espantes
que enredos fabrique siempre.
FIRELA Y a mí, ¿para qué me traes
entre disfraces ingleses,
lacayo de disparates,
con que he de echar a perderte?
LEONISA Para hacer más verisímil
este engaño, que no puede
dejar de tener buen fin,
si Amor y Fortuna quieren.
Si tú, Firela, me faltas
agora, ¿con quién pretendes
que mis trazas comunique?
FIRELA A extrañas cosas te atreves.
Sale Carlín.
CARLÍN (Desta vez hemos de ver,
voto al sol, si estuve alegre
de cascos el otro día,
o si es de casta de duendes
Firela; en ayunas salgo:
agora no podrá herme
trampantojos el tintillo,
si me dio el gato por liebre.
De bodas dejo a Leonisa
en la aldea; mucho puede
la hermosura, pues pastora
hasta a un medio conde vence.
Ocupada queda allá
Firela vaciando vientres,
y rellenando lechones,
porque hay convite solene.
Diz que aquí con la escocesa
vive el paje que me tiene
un mes ha huera de mí,
y a Firela se parece.
Si agora topa conmigo,
Bercebú que desperjeñe
el quillotro que me aturde.
Pero ¡voto al sol que es este
bona guis toxto! ¡Verá!
No sé yo que se semeje
un güevo tanto con otro.
LEONISA ¿Qué es esto? ¿Hasta mi retrete
se entran los hombres ansí?
Llamad, mi guarda, a la gente.
CARLÍN ¡Ay Dios! ¡Otra cosicosa!
Leonisa, si no es que vueles,
¿por dónde diabros veniste?
¿Quién te ha vestido de réquiem?
¿Cásaste acá por ventura?
¿Hase pasado el banquete
a esta casa? ¿Cómo diabros
estar en dos partes puedes?
No ha media hora que te vi
recibiendo parabienes
del cura, alcalde y vecinos
y de todos los parientes de Filipo, sin querer
trocar la palmilla verde,
el cordellate y la frisa,
por las telas y joyeles
que tu marido te trajo,
¿y agora sofatamente
te vistes de viernes santo,
no siendo viuda ni viernes?
Firela, dímelo tú.
LEONISA ¡Hola!, ¿qué rústico es este?
Echalde de aquí.
FIRELA Villano,
¿he de abrirle dos ojetes
con la daga?
CARLÍN Esos serán
ojales; Dios me revele
si estó todavía borracho,
y si duermo, me despierte.
Sale Enrique.
ENRIQUE Los duques están en casa,
vuestra excelencia se apreste,
y amorosa los reciba.
CARLÍN (Esto es hecho, Carlín duerme.
Aqueste era el conde Enrique;
pero si toda la gente
de Escocia es tan semejante
a la que Bretaña tiene,
otro Enrique habrá también
allá, si no es que lo sueñe,
¡válgate el diablo el tintillo!).
FIRELA Hola, rústico; despeje
la sala, acabemos ya.
CARLÍN (¡Miren lo que un sueño puede!
¿Que imagine agora yo
que Firela a echarme viene
de Palacio, hecha lacaya?).
FIRELA Sígame y salga.
CARLÍN (Saldreme,
o soñaré que me salgo.
Si otra vez más os bebiere,
ojo de gallo, en jeringa
me envasen vueso escabeche.
Agora sueño que voy
andando). Firela, tenme.
Vanse Firela y Carlín y salen el duque, Clemencia, Rogerio y otros.
DUQUE Vengo a dar a vuecelencia
duplicados parabienes
de Estados restituidos
y del esposo que adquiere
por mano de su elección;
que quien tan bien agradece
hospedajes de Bretaña,
envidia es bien que nos deje
a los que no merecimos
regalar tan noble huésped,
puesto que participemos
dichas del conde presente.
LEONISA Por serlo, gran señor, vuestro
Enrique, es bien que interese
la gloria que se me sigue
de que él por mi dueño quede.
ROGERIO [Aparte]. Vive el cielo, que me abraso
de celos, y que impaciente
estoy por hacer locuras.
¡Ay similitud alegre
del original que adoro!
Si en ti se retrata el fénix
de mi Leonisa, ¿por qué
mi agravio y pena consiente
que esté en ajeno dominio
su imagen, y reverencie
tirano dueño la copia,
cuyo origen mi alma tiene?
A Rogerio.
LEONISA El veros enajenado,
gran señor, de aquesa suerte,
me impide el llegar a hablaros.
¿Qué tristezas os suspenden?
ROGERIO ¡Oh señora! Ajenos gustos
suelen causar que se aumenten
las tristezas en el triste,
y estoilo yo las más veces.
Perdonad mi suspensión,
y el conde que está presente
dilate dichas y estados,
que gocen títulos reyes.
CLEMENCIA Las mismas gratulaciones
es bien que yo a daros llegue,
envidiando, aunque mujer,
la hermosura que merece
llamar dueño al conde Enrique. [Aparte].
(¡Ay pensamientos crueles!
¿Por qué de olvidadas prendas
sufrís que llamas recuerden?
Quise a Enrique; entró Rogerio;
pero ¿qué dueño no siente
el ver posesiones suyas,
que se pierdan o enajenen?
Abrásome en celos vivos).
Apártase, con Leonisa, Rogerio.
ROGERIO Duquesa, Amor, que a la muerte
compararon tantos sabios,
tiene por ley romper leyes.
Retrato de un imposible
sois, tan propio, que les debe
dos estudios de una acción
la hermosura a sus pinceles.
Vuestro original o copia
adoré, y inconvenientes,
cuanto necios, poderosos,
diluvios de amor detienen.
Vos fuistes la suspensión
de mis sentidos, que leves
correos al alma avisan
que en vos sus hechizos tienen.
En semejanza os amé
primero, y ya con poderes
de mi dicha, en propiedad,
que en vos ganan lo que pierden.
Sucesor soy de Bretaña;
mi padre es duque; no intente
que lo que estrellas influyen,
razones de estado fuercen.
Yo no tengo inclinación
a Clemencia, ni suceden
decendencias que se logren
de casamientos parientes.
Junte a Orliens su Estado Enrique;
bien se han querido; recuerden
memorias amortiguadas
que estriban en intereses.
Vos habéis de ser mi esposa;
que no es posible que nieguen
retratos de quien adoro
lo que su origen pretende.
Como vos me deis el sí,
efectuarase, aunque pese
a Clemencia, al duque, a Enrique,
y a cuantos su estorbo intenten.
Ni términos me pidáis,
ni alarguéis con plazos breves
resoluciones de amor
que a lo más arduo se atreven.
¿Qué decís?
LEONISA La brevedad
del tiempo, y los que presentes,
duque generoso, estorban
que conmigo me aconseje,
no bastan a que no elija
lo que ha tanto que apetece
un amor disimulado,
que ha callado porque teme.
Por la amorosa deidad
que tanto en las almas puede,
y en las nuestras predomina,
que desde el instante alegre
que os vi, Rogerio, os adoro,
y que Clemencia inclemente,
usurpando al sueño noches,
ha ocasionado mi muerte.
Pero advertid, duque mío,
que aunque mi rey me concede
restauración de mi Estado,
y con él otras mercedes,
mientras que no se efetúa,
es la mudanza en los reyes
el móvil de sus acciones,
y sus privados los ejes.
Si se muda, y quedo pobre...
ROGERIO No prosigas; que aunque fueses,
no duquesa, una serrana...
LEONISA Baste, pues; esto se quede
entre los dos, dueño mío.
ROGERIO Y este anillo, si merece [Pónesele en la mano]
confirmar tálamos justos,
oro esmalte en vuestra nieve.
LEONISA Enrique, llegaos acá,
y agradeced con corteses
demostraciones, favores
que liberal nos ofrece
el duque mi señor; tanto
se regocija de verme
empleada en vuestro amor,
que ser el padrino quiere
de nuestras bodas, honrando
con prendas que al sol se atreven
la mano que os he de dar.
ENRIQUE Si besar sus pies merecen
mis labios, duplicará
favores.
CLEMENCIA (¿Que me atormenten
celos de amor despedido,
envidias impertinentes?
¡Vive el cielo, que estoy loca!).
DUQUE Mi Corte, en veros ausente,
está, Margarita, triste;
y aunque el luto (a que la muerte
de vuestro rey os obliga)
estorbe fiestas, bien pueden
salir a vistas de Corte
lutos que bodas guarnecen
¿Cuándo la pensáis honrar?
LEONISA Señor, cuando dispusiere
vuestra alteza.
DUQUE Sea mañana,
porque os sirvamos presente,
y dadnos licencia agora.
LEONISA Mil años, gran señor, cuente
vuestra ilustre senectud
tiempos que en vos se conserven.
CLEMENCIA (Perdida de celos voy).
LEONISA (Amorosos pretendientes,
esto sí que es negociar:
la industria todo lo vence).
Vanse todos, si no es Rogerio y Enrique.
ROGERIO Escuchad, Enrique, un poco,
que los dos alcanzaremos
al duque. Amor, todo extremos,
no es perfeto, si no es loco.
Vos amastes a Clemencia.
ENRIQUE Es, duque y señor, ansí.
ROGERIO Y aunque ella os dejó por mí,
yo tengo alguna experiencia
en esto de querer bien,
y sé que no os quiere mal.
ENRIQUE Siendo interés el caudal
de su amor o su desdén,
vencerala vuestra alteza,
que ha de heredar a Bretaña.
ROGERIO Eso mismo desengaña
mi amor, y de la tristeza
que tengo es causa, y aviso
de escarmentar, si es que puedo:
quiéreme por lo que heredo,
y a vos por quien sois os quiso.
Según esto, aunque es tan bella,
si es mi herencia su cuidado,
agradézcale mi Estado
lo que yo he de agradecella.
Orliens es su dote real;
ella os quiere bien a vos;
troquemos damas los dos;
y con su Estado ducal
y el vuestro, faltará poco
para ser rey. Margarita,
por lo que en la cara imita
a quien me ha tenido loco,
su memoria ha de curar;
esto os está a vos mejor,
a Clemencia y a mi amor.
ENRIQUE Señor, yo supe olvidar;
mas no tornar a querer.
La duquesa de Clarencia
lleva en belleza a Clemencia
tanta ventaja...
ROGERIO Ha de ser,
que queráis, Enrique, o no,
Margarita esposa mía.
ENRIQUE Si el duque...
ROGERIO En la monarquía
de Amor soy el duque yo.
Mi padre el duque no tiene
voto en este tribunal;
es Margarita mi igual,
y con mi gusto conviene.
Conde, esto está de los cielos;
los dos nos queremos bien.
ENRIQUE [Aparte]. (¡Que estándome esto tan bien,
me dé a mí Leonisa celos!).
Señor, yo no puedo amar
a Clemencia; aborrecido
della, la puse en olvido;
y querer resucitar
pasiones muertas, es cosa
a los cielos reservada.
Si Margarita mudada
promete ser vuestra esposa,
no quiera mayor venganza
de mis desdichas Clemencia:
será, con vuestra licencia,
mi esposa su semejanza.
Una serrana hay aquí
que en esta sierra es hechizo
del Amor; yo sé que le hizo
salir un tiempo de sí
a vuestra alteza; con ella
me pretendo desposar;
que en ella podré gozar
a mi Margarita bella.
Estado tengo bastante
para los dos.
ROGERIO ¿Cómo es eso?
ENRIQUE Pierdo por Leonisa el seso,
no siendo de estotra amante.
ROGERIO Leonisa, a lo que imagino,
con Filipo concertada,
hoy ha de estar desposada,
y yo he de ser su padrino.
Si hoy se tienen de casar,
mal os convendréis los dos.
ENRIQUE Permitildo, señor, vos;
que yo la sabré obligar
a que se case conmigo.
ROGERIO Pues ¿quiéreos Leonisa bien?
ENRIQUE Con más amor que desdén
me mira.
ROGERIO Siendo mi amigo
Filipo, y mi deudo, es mengua
el menosprecialle ansí.
ENRIQUE Yo he dado a Leonisa el sí.
ROGERIO Pues sacareos yo la lengua
con que ese sí le habéis dado;
pues si ha de ser Margarita
mi esposa, y a esotra imita,
quien della está enamorado,
de mi esposa lo estará,
porque es semejanza amor,
y ofenderéis vos mi honor
si esa permisión se os da.
Dejad, conde, de ser loco.
Sale un paje.
PAJE Señor, el duque da prisa.
ROGERIO Ni habéis de amar a Leonisa,
ni a Margarita tampoco.
Vanse. Salen Leonisa y Firela, de labradoras, Pinardo y Filipo.
LEONISA ¿Qué dello debe de haber
que me echan menos los dos?
Miren, si esto está de Dios,
y tengo de ser mujer
de Filipo, claro está
que he de buscar muchas cosas
para la boda forzosas;
las más dellas tengo ya.
Prevenido dejo al cura,
y al alcalde he convidado.
FILIPO Todo, Leonisa, es cuidado,
no viendo vuestra hermosura.
PINARDO En fin, ¿no pensáis mudar
traje para desposaros?
LEONISA Si a los dos puedo obligaros,
criada en este lugar,
hasta salir dél, quisiera
no dar a las labradoras
envidia, que a todas horas
como serrana grosera
me han visto. Mire, señor,
¿no se enamoró de mí
Filipo, viéndome ansí?
Pues ¿si me pierde el amor
vestida de caballera,
y pongo mi dicha en duda?
El traje las caras muda;
tal vez a mujer más fiera
es como un sol de pastora:
esto lo debo al sayal;
no quiero pagarle mal;
allá andaré de señora.
Demos este fin honrado
a nuestra serrana frisa.
FILIPO Vuestra discreción, Leonisa,
justas razones ha dado.
Aquí y allá determino
que a vuestro gusto os vistáis.
PINARDO El duque, si lo ignoráis,
viene a ser vuestro padrino.
LEONISA ¿Cuál duque? ¿El mozo o el viejo?
PINARDO El mozo.
LEONISA Pues ¿para qué?
Mírese allá su mercé
en Clemencia, que es su espejo.
¿De qué ha de servir aquí,
si no es con su gravedad
de asombrar nuesa humildad?
FILIPO Su alteza lo quiere ansí.
LEONISA Pues si lo quiere su altura,
¿quién replicarle podrá?
Sale Carlín.
CARLÍN (¿Sí habré despertado ya?
¡Oh, lo que este sueño dura!
Juraré que agora estó
en presencia de Leonisa
y Firela, y que de frisa
se visten, de seda no.
También sueño que está aquí
Filipo y Pinardo).
FIRELA ¿A qué
sales tú acá?
CARLÍN (¿Qué diré?).
FIRELA ¿No se puede hacer sin ti
la boda?
CARLÍN (Agora soñaba
que Firela me reñía
porque a la boda salía,
y que de casa me echaba).
Firela, decidme vos
si aún duermo; que a mi pesar
crô que aún me estó en el pajar.
Buenos días les dé Dios,
señores.
PINARDO Carlín, ¿qué es esto?
¿Al anochecer nos dais
buenos días? ¿Qué pensáis?
CARLÍN Debo venir hecho un cesto.
Cuatro días ha que sueño
que a Firela veo lacaya
en calzas vuelta la saya,
y que me mira con ceño,
a Leonisa hecha duquesa,
a fuer de tumba vestida,
ya en serrana convertida
ya labradora, ya inglesa.
Despiérteme su mercé,
ansí Dios le dé salú.
PINARDO El duque viene.
CARLÍN (¡Jesú!
En este punto soñé
que el duque a vernos venía).
LEONISA Avisen al cura, pues.
CARLÍN Y que Leonisa después
avisar al cura hacía.
Salen Rogerio y otros.
PINARDO Gran señor, ¿tanto cuidado
en honrarnos?
ROGERIO No he podido
venir antes, divertido
en negocios de mi Estado.
Leonisa, en fin, ¿os casáis,
y a Filipo llamáis dueño?
CARLÍN (¡Válgate el diabro por sueño!).
LEONISA Si vos nuesa boda honráis,
siendo el padrino, ¿quién deja
de gozar tal ocasión?
Estoy muerta por un don,
Pinardo me lo aconseja,
y obedecello imagino.
CARLÍN (Verá en sueños lo que pasa:
Leonisa, en fin, se nos casa,
y es el dueño su padrino).
ROGERIO Daros quiero el parabién.
[Aparte]. ¡Ay celosos desvaríos!
¿Sufriréis, agravios míos,
lo que aquí, mis ojos ven?
No es posible.
Oíd un poco,
Leonisa, aparte, primero
que os desposéis.
[Aparte]. (Yo me muero;
Perdido estoy; yo estoy loco).
El dote que os he mandado,
quiero acomodar con vos.
Apártense.
CARLÍN (Ahora sueño que los dos
se apartan a hablar a un lado).
ROGERIO ¡Ah mudable, ingrata, leve!
¿Es este el pago debido
al amor que te he tenido,
y al que a mis penas se debe?
¿Tú te casas, vivo yo?
¿Tú te puedes atrever
a estar en otro poder?
LEONISA Pues él ¿no me lo mandó?
ROGERIO ¡Yo! ¿Cuándo, o cómo?
LEONISA ¡Verá!
Yo por él marido elijo:
«¿Casaos, Leonisa, no dijo,
que yo os daré la dote?». Ya
me caso: lo que él me avisa,
cumplo.
CARLÍN (Agora estó soñando
que a solas refunfuñando
están el duco y Leonisa).
ROGERIO Si yo esto dije, liviana,
fue por probar tu firmeza;
pero, en fin, fue tu belleza,
con ser divina, villana.
No has de casarte con él,
o abrasaré esta montaña.
Ser duquesa de Bretaña
¿no es mejor?
LEONISA Pues.
ROGERIO ¡Ah cruel!
¡Qué presto hiciste testigo
al tiempo de que en fin eres
lo que las demás mujeres!
LEONISA ¿Quiere él casarse conmigo?
ROGERIO Quiero buscar mi descanso.
Dale la mano.
LEONISA Pues toque, y repórtese;
que a Filipo le diré
que hablé por boca de ganso.
ROGERIO En fin, ¿no le quieres bien?
LEONISA Como a un dolor de costado.
Pónela un anillo.
ROGERIO Este anillo esté esmaltado
en esta nieve.
LEONISA [Aparte]. (¡Oh qué bien!
Otro tanto no ha media hora
oí siendo Margarita,
y otro anillo solicita
lo que prometo pastora.
¡Casada de dos con uno!
¿Quién tal suceso ha escuchado?
Con dos en una casado,
¿un hombre vio lo ninguno?
Miren lo que celos son.
Mira, Amor, lo que me ofreces,
que casándome dos veces,
no es caso de inquisición).
A ellos.
ROGERIO Ya Leonisa está contenta,
y juntamente dotada;
pues ser su esposo os agrada,
y ya corréis por mi cuenta,
celebrad, Filipo, luego
vuestro deleitoso estado.
En vuestro nombre la he dado
un diamante.
FILIPO Humilde llego
a honrar mi boca a esos pies.
CARLÍN (¡Bravo sueño! Si hay comida,
duerma yo toda la vida,
y catorce años después).
ROGERIO (¡Yo estoy loco! ¿Qué he de hacer?
La mano y anillo di
a Margarita, ¡ay de mí!
Pues si ha de ser mi mujer,
¿cómo me desposo agora
con Leonisa? En mis desvelos
sois casamenteros, celos.
En esta, por ser pastora,
rehúsa mi noble estado
lo que en la otra apetece,
porque a esta se parece.
¡Y con las dos me he casado!
¿Qué haré, cielos, triste yo?
¿Desposado allá y aquí?
Con la semejanza sí,
mas con las personas no.
Remedialdo vos, Fortuna,
Amor, mostrad que sois dios;
o haced que me parta en dos,
o convertildas en una.
Sale un criado.
CRIADO Los duques, señor, están
aquí; que en fe que han sabido
que honrando a los desposados,
venís a ser su padrino,
autorizallos desean;
que estima el duque a Filipo,
y Clemencia a la serrana
que tal dueño ha merecido.
ROGERIO (¡Válgame el cielo!).
Salgamos
todos cuatro a recebillos. [Aparte].
(Alto, Amor, aquesto es hecho;
Leonisa, en fin, ha podido
más que razones de estado:
ella ha de ser dueño mío.
Si mi padre se indignare,
perdone; que en más estimo
ser de mi serrana esposo,
que del duque Carlos hijo).
CARLÍN (Agora sueño que llegan
el duco y los dos sobrinos.
Talle tengo de soñar,
si no se digiere el vino,
que vienen los Reyes Magros,
Carlo Magno y Baldovinos).
Salen el duque, Clemencia y Enrique.
ROGERIO Gran señor...
DUQUE Hijo, ¿qué es esto?
¿Qué es lo que el conde me ha dicho?
¿Vos impedís que se case
con Margarita?
ROGERIO Sí impido,
porque a Margarita intento
dar la mano, con que obligo
a Clemencia que del conde
pague amores y servicios.
Los dos se han querido bien;
y ya que el cielo me hizo,
gran señor, vuestro heredero,
no es bien quitarle a mi primo
a Bretaña y a su dama,
ni en derecho tan antiguo
tendré yo seguridad
de quien a otro amante quiso.
ENRIQUE Gran señor, en pretensiones
lícitas, que ya han tenido
fin alegre, no es razón
fundar agravios prolijos.
Si a Clemencia quise bien,
pues se mejora, os suplico
que no permitáis privarme
del dueño que cuerdo elijo.
ROGERIO Margarita es ya mi esposa.
LEONISA ¿Quién? ¿Margarita? ¡Oh, que lindo!
Si no es que errastes los nombres,
duque, matrimeño pido:
yo estoy con vos desposada.
FILIPO ¿Estás loca?
LEONISA Sean testigos
esa lengua, aquesta mano,
estos cielos y este anillo.
CARLÍN (Agora digo que duermo,
si lo dudé a sus principios;
porque no hay sueño ordenado
que no acabe en desatinos.
¡Verá el diabro del dislate!).
ROGERIO Señor, dejando prolijos
ejemplos, que semejantes
cuentan historias y libros,
yo me crié con Leonisa
en estas sierras; y niño
Amor, siendo ya gigante,
¿qué mucho engendre prodigios?
Su esposo tengo de ser,
aunque el patrimonio rico
pierda que en Bretaña adquiero,
y otra vez viva estos riscos.
Sé que he de perder la vida
luego que pierda el arrimo
que hasta agora la sustenta;
y ansí el menor daño elijo.
DUQUE ¿Qué es esto, cielos, qué es esto?
Rogerio, si no has perdido
el seso, da fin mejor
a estos años, que han vivido
para ver desdichas tales.
CARLÍN (Mezclose el blanco y el tinto.
¡Miren las cosas que sueño!
Llora el padre, y calla el hijo).
Sale un criado.
CRIADO De una carroza se apea
Margarita, que ha venido,
según dice, a convertir
pesares en regocijos.
ROGERIO [Aparte]. (Pedirame el sí de esposa,
y yo en las dos dividido,
y enamorado de entrambas,
vendré a perder el jüicio).
Sale de luto Margarita, y gente.
MARGARITA Dadme, señor, esos pies.
DUQUE Alzad, señora. ¿Quién dijo
que érades vos la duquesa?
MARGARITA Quien por tal me ha conocido.
Margarita soy, señor.
DUQUE ¿Cómo?
ROGERIO (Amor, ¿qué laberintos
de confusiones son estas?).
CLEMENCIA (¿Qué es lo que advertís, sentidos?).
CARLÍN (Todos sueñan como yo).
ENRIQUE No os admiréis; que yo he sido
autor destas suspensiones.
Esta serrana, el hechizo
de la hermosura y ingenio,
nombre y Estado ha fingido
de la duquesa presente.
DUQUE Pues ¿a qué efeto?
ENRIQUE Ha querido
con la industria remediar
lo que su suerte ha impedido.
Rogerio la amó pastora;
duque, la puso en olvido;
y ingeniosa, con engaños,
a su amor le ha reducido,
porque yo goce a Clemencia.
DUQUE No logrará sus designios,
siendo villana.
MARGARITA Señor,
eso el Cielo lo previno.
Leonisa es mi prima.
LEONISA ¿Cómo?
MARGARITA Porque es su padre mi tío,
que huyendo rigores reales
semejantes a los míos,
os trajo niña a Bretaña,
y hoy que le he reconocido,
vengo a que en bodas alegres
paren amor y peligros.
En vuestra Corte os espera.
ROGERIO ¡Ay cielo, a mi amor propicio!
LEONISA ¡Esto sí que es negociar!
DUQUE Vamos, pues; que si averiguo
ser verdad lo que afirmáis,
casándose con su primo
Clemencia, daré a Rogerio,
sin riesgos de honor, alivio.
MARGARITA Y yo me restituiré
a mi patria.
ROGERIO Yo a Filipo
desposaré.
LEONISA Yo a Firela.
CARLÍN Comedia sin boda ha sido
la presente; yo también,
por no casarme dormido,
dejo para en despertando
tentaciones de marido.
LEONISA En pretensiones de amor,
yo, ilustre senado, he sido
la que supo negociar,
si agradaros he sabido.


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